Enrique García-Agúlló
1812
¿Alguien que esté leyendo esto ahora puede decir que conozca alguna Universidad pública con sus cuentas saneadas sin necesidad de estar tirando año sí y año también del dinero público?
Quienes me conocen saben de mi fascinación por esa fecha de 1812 en la que, a modo constitucional, al fin se definió la Nación española. Pero también pueden saber que siento igual fascinación y mayor respeto por el conocimiento de los pueblos y los hechos ... que a lo largo de los siglos han forjado esta España nuestra.
Cada vez me parece más preocupante la deriva del gobierno para fabricarse una España apta sólo para sus votos cautivos, que se ocupa más de su interés particular que del bien común o del interés general. Me preocupa esa constante obsesión en la que, por encima de todo impulso del bienestar de los ciudadanos, vuelcan los más arraigados impulsos de su egoísmo usando sin pudor materias tan sensibles como la política de Educación con esa suerte de ejercicio envolvente en tan largo rosario de siglas de sus leyes reguladoras que, en vez de mejorar lo que conviene, cada día la enfangan más dejándonos como fatal solución, si no fuese la cosa tan seria, únicamente la de poder completar más cuadros blancos en los crucigramas.
Tengo la impresión de que si algún estudioso elaborara un censo de los mandos socialistas, podría llegar al convencimiento de que la mayor parte de los mismos se definen profesionalmente como enseñantes en sus distintos niveles, de Primaria a Universidad, lo cual es un gravísimo problema porque, saltando desde ese singular trampolín a la política, de un lado, desfavorecen cada día más el noble oficio de la enseñanza y, del otro, engordan la gestión de la ‘res publica’ sin más experiencias que la de sus innumerables debates en el seno de su partido, el culto a los que prosperan entre sus filas o el ansiado deseo de llegar a ser parte de esa corte de privilegiados que forma la clase política dominante en una sociedad donde el Estado prima sobre el individuo.
Así, sus currículos se llenan con invocaciones a mucha gestión en lo público, pero muy pocas o ningunas experiencias en lo privado, en el emprendimiento de esfuerzos propios por generar fuentes de riqueza y empleo. Y, de ahí, esa tendencia cada vez mayor por engordar el número de asalariados de lo público llamados a convertirse en administradores de quienes, desde el mundo privado y del libre mercado, cada día se empeñan por generar ese PIB que es la principal sangre que alienta la vida de un país.
Ahora se les ha ocurrido que los escolares no tienen por qué conocer los antecedentes históricos de la nación más allá de 1812 que, curiosamente, coincide en el tiempo con la misma línea de salida en la que la Historia, salvo pocas circunstancias, tiene puesto el listón de nacimiento de todas esas repúblicas americanas hoy tan bolivarianas por las que se está extendiendo el nuevo socialismo y que se están convirtiendo, ay pesar de los pesares, en el paradigma donde fijar su atención, menospreciando todo cuanto anteriormente aconteciera en España que, claro está, no fue protagonizado por ningún socialista.
Aún más, en ese esperpéntico ministerio de Universidades cuyos titulares provenientes del sello Podemos sólo se han venido caracterizando por la pasividad, se nos deja ahora caer la idea de que, para ser Rector, podrá tenerse en cuenta, no ya el reconocimiento a los valores de la experiencia y la excelencia en el mundo académico, sino las “experiencias de gestión” que, dadas las cosas como están, en su caso suelen ser de gestión pública donde siempre se debe más que se tiene. ¿Alguien que esté leyendo esto ahora puede decir que conozca alguna Universidad pública con sus cuentas saneadas sin necesidad de estar tirando año sí y año también del dinero público? Si al menos se fijaran en esos audaces empresarios que controlan sus cuentas y que generan empleos para proponerles ser Rectores, quizás cantase otro gallo.