Enrique García -Agulló
Yo vi el debate
Lo más entretenido para mí fue el cómputo del tiempo, pero un debate con pocos compromisos y con inflación de sugerencias
Me lo tragué enterito dos días después, sin anestesia. Lo mismo de más, pero en una presentación tan antigua como los grifos amarillos. La verdad es que no veía hace tiempo TVE 1 y, cuando uno se ha acostumbrado a las privadas, es muy difícil ... ver ya formatos así. Al principio, perdónenme, llegué a pensar que era la nuestra, la que teníamos antes, qué les voy a decir, pero no, era la 1, la que retransmitió la llegada del hombre a la Luna. Si no fuera por el color y si le hubieran quitado el sonido, hubiera sido como la de aquellos concursos de los 60. Dos presentadores muy en lo tradicional, un decorado que más pecaba de escaso gusto que de austeridad y, como colofón, el varón cerrando turno, que no la fémina. Me llamó mucho la atención. Quizás sean cosas del aburrido colectivismo al que nos están queriendo llevar.
Empezaron con el lenguaje ritual, «todas y todos» aunque no se extendió hasta «les todes» ni se profundizó más allá porque, pronto y por fortuna, se volvió al genérico plural de candidatos con el que nos enseñaron a hablar nuestros padres y maestros sin atormentarnos con tantas repeticiones onerosas.
Había tres izquierdas, aunque algunas subdividas como para que suene que hay muchas más. Eso es muy de la izquierda, llenan los espacios con un sinfín de asociaciones y entidades de manera que parezca como si toda la España universal estuviera con ellos, aunque los que las conocemos sabemos que están repetidos unos y otras en cualesquiera de ellas. Sus mensajes no se diferenciaban, siempre en la primacía de lo público y en la damnación a lo privado, aunque, por aquello de que no se les quedara clientela alguna fuera, de vez en cuando tiraban algún tejo a los autónomos. Pero jamás invocaron la inversión o el capital privado que son los que crean puestos de trabajo y da chance a autónomos y a PYMES para su devenir.
Lo peligroso para mí fue el lenguaje del candidato socialista que no difería mucho del de sus antecesores, una candidatura para lograr un gobierno «que proteja y que impulse», o sea, un gobierno paternalista de los que «o conmigo o con nadie», como para permanentes menores de edad. Y esto, en sus manos, y con las experiencias conocidas, ya se ha visto cuán peligroso ha sido. Un gobierno empresario siempre es un tigre vegetariano.
Al otro lado, la derecha y el centro también con sus circunstancias. A su extremo una candidata harto histriónica, con un exceso de españolismo en una palestra que ahora se limitaba a lo andaluz. El PP con un presidente in pectore apoyado por Cs, loco por buscarse un sitito a la sombra con este calor. Justificando razones ambos, pero trayendo por lo menos cifras, porcentajes o compromisos en lo de la fiscalidad.
En fin, un debate donde lo más entretenido para mí fue el cómputo del tiempo, pero un debate con pocos compromisos y con inflación de sugerencias, de frases manidas y brindis al sol, en el que muy pocos dijeron qué iban a costar esas ideas, de dónde saldría el dinero para sufragarlas ni a cuánto cabríamos cada andaluz. Eso sí, se habló de serenidad, que falta nos hace a todos.
Es verdad que con los socialistas todo sube, pero me quedé sin saber por qué en Andalucía, la primera productora mundial de aceite de oliva y, según dicen, con la producción española prácticamente como la mitad de la mundial, se ha subido el precio de manera tan exponencial que no se entiende. Vale lo del girasol porque la pobre Ucrania bastante tiene ahora con sus campos y ciudades asolados por las malditas bombas rusas. ¿Pero esas subidas de precio del de oliva en tan poco tiempo? ¿Es que no nos importa a los andaluces la cesta de la compra que encierra tantísimo impuesto indirecto, como la luz, el gas o los combustibles? ¿Ni el exceso de gastos por el aparato público?
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