Antonio Ares Camerino - Artículo

Elaeis Guineensis

No se extrañen, no es ninguna especie rara del reino animal, lo tenemos en nuestras despensas

Antonio Ares Camerino

No, no se extrañen. No es ninguna especie rara del reino animal. Su presencia en nuestras vidas es tan común que no hay día que no caigamos en sus suculentas y caprichosas redes. Acuda a su bien pertrechada despensa, esa que repone cuando menos cada quince días, esa que muestra orgullosa todo un relicario de productos envasados con todas las garantías alimentarias al día y deténgase en comprobar su etiquetado. En el apartado de grasas vegetales lo encontrará. Aceite de palma o ácido palmítico. Vegetal sí, pero rico en ácidos grasos saturados, de esos que se te pegan en las arterias de manera irremediable y para siempre.

No conozco a nadie que en su casa tenga una botella de aceite de palma, preferimos, y con razón, un buen aceite de oliva extra de primera prensa y en frío. Pues, aun así, según la OCDE cada ciudadano europeo consume al año una media de 59,3 Kilogramos de esta grasa vegetal. Está presente en casi todos los productos envasados y procesados industrialmente. Su capacidad estabilizante, antioxidante y pontenciadora del sabor lo hacen el más atractivo para la industria alimentaria. Bollería industrial, panes, aperitivos, patatas fritas, productos precocinados, conservas, alimentos infantiles, quesos, productos lácteos, cremas cosméticas, lápices de labios, todo contiene aceite de palma. Los efectos nocivos sobre la salud superan las exigentes normas de evidencia científica.

El estómago es ese lugar que siempre está a oscuras, que no entiende de sabores ni texturas pero donde empiezan el proceso de la auténtica digestión. Definía Pedro Payan en su libro ‘El habla de Cádiz’ el término 'lambrucio' como glotón, que come más con la vista que con la boca. A partir de ahora hay que ver antes de comer. No sólo fiarnos del aspecto apetecible de la vianda que haga que se nos meta por los ojos, si no leer el etiquetado de lo que comemos e incorporamos a nuestro organismo. ¡Que no nos engañen con argucias de marketing, que no dejan de ser un fraude en toda regla!

La alimentación en nuestros días no deja de ser una paradoja. Cada vez existen más controles para que lo que nos llevamos a la boca tenga una trazabilidad y una seguridad a prueba de estrictas normas europeas, pero todo es menos saludable, más procesado y manipulado. La seguridad alimentaria no es sinónimo de calidad nutricional.

Huyamos de los alimentos procesados, recalemos nuestros hábitos en alimentos tradicionales y de temporada, fruta fresca, verduras, legumbres, frutos secos, etc. Pero ojo no sólo nos fijemos en su lugar de envasado, miremos también su lugar de procedencia. Uno de los mayores fraudes alimentarios actuales está en la miel procedente de China, pura química. Nada que ver con la recolección de la apis mellífera. ¡Nos dan gato por liebre y no terminamos de enterarnos! Comer es mucho más que un placer y una necesidad, la dieta y los hábitos alimentarios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir las enfermedades más frecuentes.

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