Eduardo Moyano
Sinjar: mujeres destrozadas por el fundamentalismo religioso
Sinjar es una región situada en la frontera entre Irak y Siria y también el nombre de una película que ha dirigido la cineasta Anna M. Bofarull
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La tolerancia, el clima de libertad que se respira en Europa no es extensible a la mayor parte del mundo.
La población mundial sobrevive en un clima de violencia y represión que viola los derechos humanos. Pobreza, guerras, persecuciones por razones políticas, religiosas, de identidad ... sexual hacen que millones de personas tengan amenazadas sus vidas, sin opción a cambiarlas, salvo que sean capaces de abandonar su país y buscar refugio en los pocos que mantienen un clima de libertad y de respeto a los derechos humanos. Por eso hay cien millones de refugiados.
Sinjar es una región situada en la frontera entre Irak y Siria y también el nombre de una película que ha dirigido la cineasta Anna M. Bofarull que relata la historia de tres mujeres desde planos diferentes pero todas marcadas por la presencia de los yihadistas en sus vidas.
Ellos como los talibanes en Afganistán o los también yihadistas que operan en el Sahel en países como Mali o Burkina Faso basan su ideología en el terror. Da miedo que en este siglo XXI, existan fanáticos capaces de cometer las mayores barbaridades en nombre de Alá y de una mala lectura del Corán; dan miedo sus atentados indiscriminados; da miedo el adoctrinamiento de los niños o da miedo que los seres humanos sean tratados como esclavos y en el caso de las mujeres obligadas a satisfacer sexualmente a los hombres.
Es lo que ocurre, en “Sinjar”, la película, un relato valiente y de denuncia que muestra como determinados hechos pueden cambiar definitivamente nuestras vidas.
El primero es el de una enfermera española, de mediana edad ,que trabaja en un hospital barcelonés y vive con su hijo que no ha superado del todo la muerte de su padre. De la noche a la mañana desaparece. Sabe que su hijo se hizo musulmán unos meses atrás, pero desconoce que tenga otras intenciones. Poco a poco irá conociendo la doble vida que mantenía su hijo.
Donde no hay nada oculto es en las otras dos historias. En la región de Sinjar una mujer ha sido secuestrada junto a sus tres hijos por un matrimonio fundamentalista. Es una esclava no solo obligada a realizar todas las tareas del hogar, sino que por las noches es sistemáticamente violada por el hombre que, al mismo tiempo quiere inculcar al hijo de la mujer, todas las enseñanzas del Corán desde la perspectiva más radical, que sigue la doctrina heterodoxa del islam suní. Es una mujer obligada a ser sumisa, a bajar la mirada cuando la hablan, a callar porque para sus “amos”, no es un ser humano, es una esclava que solo debe complacerles. El ISIS estableció unas reglas para regular las violaciones y abusos sexuales, se llegó a esa aberración tratando a las mujeres como meros objetos para complacer a los hombres.
La tercera historia de “Sinjar” es la de una joven que consigue escapar de sus captores y buscar refugio entre los kurdos. Quiere reencontrar a su familia, que está atrapada en territorio ocupado por el Estado Islámico y la única opción que tiene es unirse a las milicias kurdas, a los batallones de mujeres que lucharon contra los yihadistas .Los kurdos, a diferencia de los islamistas, defienden el liderazgo compartido entre hombres y mujeres en todas las esferas de la sociedad, incluido el ámbito político-militar.
“Sinjar” es una película valiente que denuncia situaciones que continúan produciéndose todos los días en rincones de todo el mundo. Existe la esclavitud sexual en el yihadismo con mujeres que se compran y vender en mercados. “Sinjar” es ficción, pero las tres historias no lo son .
Todas están basadas en personajes reales que han sido víctimas de las atrocidades que se relatan. Todas son mujeres que han sufrido al Estado Islámico de una u otra forma. Europa, el mundo occidental, no debe mirar para otro lado.