Eduardo Moyano
Las salas necesitan al público
Se trata de apoyar al cine, a las salas, a que superen la crisis que nos afecta a todos
Woody Allen, durante el rodaje de una película.
Han pasado más de seis meses desde que publiqué mi último artículo en este diario. Medio año lleno de incertidumbres y muy diferente a todo lo que habíamos vivido. La irrupción de la pandemia ha cambiado nuestras vidas y amenaza con continuar haciéndolo durante un ... largo periodo de tiempo. Lo que parecía más propio de una película de ciencia ficción o de un relato literario ha irrumpido con una fuerza inusitada alterando nuestras costumbres y nuestros hábitos.
La cultura siempre nos ayuda. ¿Qué hubiese sido de nosotros si durante los meses de encierro no hubiésemos podido apoyarnos en un buen libro o en una buena película o serie? ¿Cuántos filmes hemos consumido en nuestras salas de estar? Siempre es una forma de entretenimiento , una manera de evadirte de esa realidad que tenemos en la calle cuando abandonamos la «cueva» en la que nos hemos encerrado.
Las actividades culturales de cualquier tipo llevan más de seis meses intentando sobrevivir. La reapertura de las salas cinematográficas no ha llevado apenas público al cine y la situación ha vuelto a empeorar con la segunda ola de la pandemia. La gente, sobre todo en las grandes ciudades, sigue limitando las salidas y evita meterse en lugares cerrados a pesar de que las salas cumplen todas las medidas de seguridad establecidas para evitar los contagios. Al igual que tratamos de ayudar a bares y restaurantes para evitar su cierre, debemos hacer lo propio con las salas cinematográficas y otros espectáculos que necesitan del público para sobrevivir.
Se trata de apoyar al cine, a las salas a que superen la crisis que nos afecta a todos. Ir a las salas siguiendo la normativa es una manera de hacer vivir un sector que ya estaba bastante golpeado antes de que la pandemia aterrizase en nuestro país a mediados del pasado mes de marzo. Las películas que tanto nos han ayudado a sobrellevar el confinamiento necesitan también de la sala oscura, de ese lugar mágico contador de historias porque si no cuando la pandemia sea tan solo un mal recuerdo las salas acabarán desapareciendo por completo.
Y esta semana, por ejemplo, puede uno acercarse a ver la última der Woody Allen, «Rifkin’s Festival» que, seguro, nos hará pasar un buen rato o incluso ir a ver un musical español, «Explota, explota» pleno de ritmo, con momentos de humor y recuerdo de unos años en que la música y los bailes de Raffaela Carra trajeron un soplo de alegría y desenfado a los hogares españoles de los primeros setenta, demasiado acostumbrados a la rígida censura de la época.
Seguiremos viendo películas en casa pero conviene no olvidar la sala oscura.
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