Eduardo Moyano
El engaño
Ahí está el filón del género, del «home invasion», como lo denominan los anglosajones
La invasión de nuestras casas se ha convertido en un subgénero dentro de la cinematografía. La casa de una persona es su lugar seguro, el refugio donde guarecerse de cualquier problema , hasta de la pandemia, porque parece que lo que ocurra en el exterior no ... nos afecta.
El cine de terror y suspense se ha dado cuenta de esta particularidad y por eso se han sucedido las películas que tratan como familias normales son asaltadas en su propia casa por ladrones o asesinos. Una carga emocional que inquieta más al espectador que filmes de monstruos o psicópatas que pueden perseguirte por cualquier lugar, pero no dentro de nuestro propio cubil.
Es la propuesta que nos trae el madrileño Luis Prieto («Secuestrado») quien dirige ahora «El engaño» un thriller con sello estadounidense en que un adinerado ejecutivo, que ya no trabaja porque le han pagado una desorbitante suma de dinero por un programa informático, creado por él, conoce a una joven muy atractiva por la que se siente irremediablemente atraído. Vive en una mansión en Montana desde donde tramita el divorcio de su mujer y sus actividades son monótonas y solitarias. Cuando conoce a esa joven tan sensual y dulce no tarda mucho en invitarla a su casa ante las dificultades que tiene ella para pagar el alquiler a su casero y las cada vez más acentuadas diferencias con su compañera de piso.
Se convierten en la pareja perfecta. Comienzan una apasionada relación, pero detrás de la joven angelical se esconde una estafadora sin escrúpulos que cuenta con el apoyo de otro personaje extremadamente violento, su padrastro, que también entrará en escena . El realizador madrileño recurre a escenas violentas, desnudos y una fuerte carga erótica poco habitual en el cine que nos viene de Hollywood.
«El engaño» tiene influencias, casi referencias a filmes y cineastas como Alfred Hitchcock y su «ventana indiscreta», David Fincher, «La habitación del pánico» e incluso Stanley Kubrick recurriendo a la música clásica en las acciones violentas como ocurría en «La naranja mecánica». Tampoco olvido «Misery» o la brutal «Funny Games» del austríaco Michael Haneke, retorcida, aterradora que hace que el público se sienta incómodo porque el mensaje que nos llega es que nuestro hábitat, nuestro refugio, no es inexpugnable.
Ahí está el filón del género, del «home invasion», como lo denominan los anglosajones, en esa sensación de que nuestro mundo pueda desmoronarse si el extraño al que invitamos cambia su cara amable por la de un asesino o un atracador. No hay nada más inquietante que nos rompan nuestro espacio de confort como ocurre en «El engaño» que añade elementos claustrofóbicos, con personajes que no pueden abandonar ese idílica y moderna mansión.