Eduardo Moyano
Alcarrás: la verdad del campo
Alcarrás, un municipio de Lérida con apenas diez mil habitantes, es un nombre conocido en el circuito internacional gracias a que la película del mismo nombre obtuvo el oso de oro en la última edición del Festival de Berlín.
Es la segunda película como directora ... de la barcelonesa Clara Simón, tras el éxito de 'Verano 1993', y la confirmación de que estamos ante una joven directora que tiene un largo camino por delante.
'Alcarrás', respira verdad por los cuatro costados porque no solo muestra la cotidianidad de una familia de campesinos en la huerta de Lérida, sino que nos introduce en sus inquietudes, en personas que siempre han vivido del campo, que conocen cada porción de tierra, los árboles, el color de los melocotones o las nubes que amenazan lluvia.
En ese pueblo ilerdense los payeses recogen melocotones; mientras en Andalucía hablamos de aceituneros y en Valencia de campesinos que recolectan naranjas y limones. Diferentes productos, pero el mismo trabajo, siempre con la dureza del campo y la escasa rentabilidad después de horas interminables de trabajo.
Carla Simón traslada sus vivencias personales, sus veranos en Alcarrás, a un guion que ha coescrito con Arnáu Vilaró. Su estructura da fuerza y naturalidad a unos personajes que encabeza Quimet ,al que le cuesta resignarse a perder la tierra que le ha visto crecer; junto a su mujer y sus tres hijos y casi, por encima de todos el callado y apenado Rogelio, el abuelo que no comprende que las cosas no sean como antes. Una película conmovedora que da lugar para pequeñas fiestas familiares, baños en una pequeña piscina o juegos de niños, con la cabeza llena de imaginación capaces de no aburrirse nunca, imbuidos en la naturaleza y la libertad alejada de peligros y tecnologías.
Carla Simón se ha rodeado de actores no profesionales que hacen que sus problemas sean los nuestros. Que las dificultades por las que atraviesa el campo ante el desdén de la clase política, nos importen sin necesidad de levantar la voz. Los gritos están en las miradas, en las actitudes, en la resignación, en el trabajo duro, en la complicidad familiar, en las diferencias entre unos y otros o en la tristeza del abuelo, memoria viva de otros tiempos donde la palabra bastaba.
No hay documentos que acrediten la propiedad o el arrendamiento de las tierras. Antes alcanzaba con un apretón de manos. Pero en los tiempos actuales no vale, todos son documentos e intereses que van por encima de cualquier acuerdo entre personas honestas.
'Alcarrás', no solo es un retrato del campo y de quienes lo trabajan, es la constatación de una época donde todo se hacía a base de esfuerzo y sudor. Todo es válido en la actualidad con tal de 'llenar la saca'; hasta propiciar una última cosecha, sin tener en cuenta a las personas que llevan generaciones viviendo del campo y haciendo posible que los frutos del campo lleguen a nuestras mesas