Cádiz
El drama oculto en las ayudas sociales
Ser uno de los ayuntamientos que más dinero destina al auxilio de la pobreza no debiera ser motivo de satisfacción y sí de dolor colectivo
La concejala de Servicios Sociales, Helena Fernández, en la rueda de prensa ayer tras recibir el reconocimiento.
Hace apenas tres años, los trabajadores de la Delegación Municipal de Asuntos Sociales hablaban de un «preocupante colapso» para ofrecer ayudas, especialmente en el apartado de familias monoparentales en pobreza crónica, pobreza energética y atención a los ancianos a domicilio. Hablaban de varios cientos de ... solicitudes que tramitar, de forma mensual, entre unas tres personas.
El Gobierno local llegó a admitir que no tenía personal para dar curso al creciente aluvión que le llegaba a diario. Apenas 20 meses más tarde, esa misma Delegación recibe un premio nacional con el argumento de que, el gaditano, es uno de los ayuntamientos de España que, en su categoría de población, más presupuesto dedica a la ayuda social en caso de necesidad.
El Gobierno local de Cádiz, tan dado al gesto y la autopromoción, ha recibido el galardón como un triunfo cuando en realidad encierra una terrible realidad que debería dolernos a todos. En primer término, la asociación que entrega el reconocimiento insiste en que dedicar más fondos a la ayuda no significa ayudar bien, que es preciso gestionar esos fondos. En segundo lugar, que Cádiz sea una de las ciudades españolas que más recursos dedica al auxilio, a la solidaridad institucional pero de emergencia, supone que su situación es muy difícil.
El envejecimiento de la población y el empobrecimiento crónico de muchas familias es muy rápido en la ciudad y tiene consecuencias graves. El nuevo equipo de Gobierno se dedicó durante sus primeros tres años de (no) gestión a culpar de todo a los predecesores. Cuando se ha puesto a la tarea tras mil excusas e informes, va con retraso y parece que el reparto de la ayuda social es la única prioridad. Hablarle a la gente a la que hay que sacar de la pobreza de ayudas como única opción puede entenderse como una condena, como un agravante.
Que haya tantos solicitantes es el verdadero drama. Conceder tantas ayudas no es ninguna alegría. El auxilio económico, los subsidios o sus remedos municipales, «los presupuestos más sociales de la historia de Cádiz» como repiten cada vez que aprueban unos forman parte de un mismo mal. Si fuera cierta esa última afirmación no sería motivo de satisfacción y sí de una profunda quiebra social.
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