Diego Carcedo

El español, idioma universal

No deja de ser paradójico que en el resto del planeta el español, además de ser la segunda lengua extranjera, es también una de las que más se estudian

Diego Carcedo

En algunos lugares de España están contentos ante la noticia de que el Gobierno ha pactado con los independentistas catalanes anular el español como idioma vehicular. Ignoro que ganan salvo avanzar en la secesión, que es a lo que conducen todas sus iniciativas y a ... lo que siempre habría que oponerse. La verdad es que cuesta creerlo y la única conclusión que cabe extraer es lo caro y humillante que resulta mantenerse en el poder. Es más que comprensible que en las comunidades con lenguas vernáculas, concretamente Galicia, Euskadi y Cataluña, todas cooficiales junto al castellano, compartan la riqueza incalculable del idioma universal de todos los españoles y que se facilite su enseñanza, lo mismo que el uso cotidiano y oficial. Por eso una decisión así despierta la suspicacia de que se trata de un paso más hacia la independencia que algunos persiguen. Hay una gran diferencia. Sabemos, aunque lo censuramos poco, que casi todos los Gobiernos que se han sucedido en la España democrática hicieron concesiones, aparentemente inocuas, a las ambiciones secesionistas a cambio de apoyos parlamentarios de los que a veces hay que arrepentirse. Pero la experiencia se sabe que no enseña todo lo que debería y pasar a ceder en la oficialidad del idioma de todos, al margen de que pueda ser una decisión inconstitucional, es algo deplorable para la estima que tenemos de lo nuestro y de algo que en absoluto es exclusivo: lo compartimos con más de veinte países y quinientos millones de hablantes de todo el mundo. No deja de ser paradójico que mientras en el resto del planeta el español, además de ser la segunda lengua extranjera, es también una de las que más se estudian. En el nuestro se le recorta su importancia y su enseñanza. Creo que considerar esta cesión como lamentable y desalentadora en el ámbito de nuestros valores culturales, no es de fachas ni de nacionalistas retrógrados. Es evidente que este Gobierno de coalición tiene que mantener relaciones con todos los ciudadanos y buscar acuerdos con todos los partidos, pero manteniendo una raya roja con los que pretenden dividirnos y atentar contra nuestros valores. La responsabilidad no es única del Gobierno. Una decisión de este calado no debe ser el precio del apoyo a ninguna otra propuesta, ni siquiera a los Presupuestos. Los partidos que con razón la censuran, deberían poner algo de su parte para evitar que el Gobierno tenga que recurrir a este tipo de cesiones y caer en semejantes tentaciones. La negativa de intentar pactar acuerdos de Estado es una invitación a cometer errores y tragar medidas que el grueso de nuestra sociedad rechaza.

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