EL APUNTE
El deterioro nuestro de cada día
El cierre de centros y camas, más los recortes de personal, se suman cada verano a las carencias en la atención sanitaria
El Gobierno que preside Susana Díaz ha intentado durante los últimos años, una y otra vez, crear la ficción de que los recortes en los recursos económicos que alimentan los servicios públicos son responsabilidad y consecuencia de una decisión ajena, que llega siempre de Madrid. En su labor de zapa del Ejecutivo del políticamente desaparecido Mariano Rajoy, se trata de achacar al culpable externo todos los males propios para disimular los errores de gestión, las discutibles prioridades a la hora de manejar unas cuentas públicas mermadas por una gestión deficiente durante más de tres décadas de socialismo institucional en Andalucía. Pero por más que se repita una mentira, los hechos son tercos y la sanidad es territorio de la Junta de Andalucía, y por tanto del PSOE que la gobierna desde finales de los años 70 de forma casi exclusiva. Las transferencias se realizaron hace tanto tiempo que cualquier intento de compartir responsabilidades parece ridículo.
Los que han tenido la necesidad de recurrir a la sanidad pública en Cádiz durante los últimos meses no necesitan que nadie les diga nada. Han percibido, han notado y han sufrido los recortes constantes en manos, en horarios y honorarios, en espacios, instalaciones y tecnología que el Servicio Andaluz de Salud ha aplicado de forma implacable desde 2010, especialmente. Esta situación, de forma crónica, se vuelve más compleja en los meses de verano. El cierre de los centros de salud por las tardes y la reducción de camas incrementan el ya frecuente colapso en los servicios de urgencias.
Los sindicatos y movimientos como la Marea Blanca no se cansan de denunciar los perjuicios que provoca la suma de cierres vespertinos de centros de atención, más los recortes de personal, más el cierre de camas, más los malos hábitos de una población que ha recibido el dañino mensaje de que debe acudir a urgencias si quiere ser atendida con algo de celeridad.
Lo peor es que la situación del verano se añade a la que ya es crónica. Sencillamente porque los recursos inutilizados se suman a los ya inutilizadas antes. La situación, aseguran unos profesionales poco sospechosos de intencionalidad partidista, es un colapso del servicio de urgencias y un deterioro notable de la atención que reciben los ciudadanos.