Desgobierno español
Nada hace indicar que el panorama político vaya a variar mucho a partir del próximo domingo
Afortunadamente para el conjunto de los españoles, la campaña electoral que desemboca en la cita con las urnas del próximo domingo está pasando sin pena ni gloria. Haber hay mítines, debates y actos de partido, cómo no, pero todo de perfil muy bajo. Por no ... tener, en esta ocasión y por primera vez en la historia, no tenemos carteles en las farolas y apenas unos pocos en los lugares habilitados para ello. Sin duda, el hecho de que en los últimos cinco años hayamos pasado hasta diez veces por los colegios electorales pesa. Y mucho. La fiesta de la democracia es importante, vital para nuestro sistema de convivencia. Pero tanta fiesta al final pasa factura y fomenta la abstención. Si es usted un fiel cumplidor y no ha faltado a ninguna cita, esta será la cuarta vez que vaya a votar para elegir presidente del Gobierno en apenas cuatro años. Ya les digo, cansino. Sobre todo si le une las dos elecciones europeas, las dos autonómicas y las otras dos municipales.
Y sobre todo es frustrante. No ya por el hecho de acudir a votar, sino por comprobar que no sirve para nada. Si desde abril hasta ahora nuestros líderes nacionales han sido incapaces de ponerse de acuerdo en absolutamente nada, no hay indicios que sugieran que algo vaya a cambiar a partir del 10N. Es complicado pensar que ni el conflicto catalán, con su recrudecimiento tras la sentencia, ni la exhumación de Franco vayan a influir en exceso en el sentido del voto. Por tanto, es muy probable que dentro de siete días estemos prácticamente igual que ahora. Con los políticos conspirando entre ellos mientras los grandes problemas del país se van alargando y, en consecuencia, complicando. Porque esos grandes problemas no son que unos miles de niñatos catalanes quemen contenedores, ni que la familia Franco esté cabreada. Nuestros verdaderos problemas son la desaceleración económica que aparece ya en rojo en todos los indicadores, desde la creación de empleo al frenazo en el crecimiento del Producto Interior Bruto que hemos conocido esta misma semana. Lo que nos preocupa de verdad es el descenso cada vez más pronunciado de la natalidad, es el futuro de las pensiones, la educación, la sanidad, la precariedad laboral... Todo eso de lo que no hablan nuestros políticos cuando se encierran a negociar el reparto de sillones y de ministerios. Ahí, siendo honestos, también tenemos buena parte de culpa los ciudadanos en general y los medios de comunicación en particular. Si les obligásemos de algún modo a poner ahí el foco, si no nos dejásemos anestesiar con distracciones partidistas e interesadas, otro gallo nos cantaría. Pero así estamos. Entre unos y otros, el país sin gobernar.