OPINIÓN
Desescalada económica
La provincia entra hoy en una nueva fase para la normalidad y la reactivación, pero la falta de presupuestos del Gobierno genera miedo
La provincia ha promocionado hacia la segunda fase, que es la primera tras la fase cero ya superada, para volver a la normalidad y reactivar su economía. Lo hace con ilusión, pero también con incertidumbre y miedo. Nada será igual que antes. Hoy, ... en esta nueva fase, se dará un buen empujón a la vida social, al contacto a distancia entre los ciudadanos.
Se permitirán las reuniones, se podrá ir a terrazas, abrirán pequeños comercios, se podrá circular con más personas en el coche, también moverse dentro de la misma provincia... una serie de aperturas al encierro que, sin duda, lo podrán hacer algo más llevadero. Sin embargo, sectores como el hotelero ya han anunciado que se reservan para julio porque no tiene sentido abrir un hotel si no está permitida la movilidad entre provincias. ¿Quién va a venir a un hotel estos días? Es la frase que se preguntan los empresarios.
Por ello han decidido aplazar la reinauguración de sus establecimientos hasta que llegue la temporada de verano. La situación es de vértigo. Subimos de fase sin saber aún cuánto dinero aportará Europa a España para paliar la crisis y, además, seguimos adelante de manera incierta sin contar con un presupuesto del Estado, es decir, el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez sigue con las cuentas prorrogadas . Esto tiene una consecuencia muy negativa, por ejemplo, para la economía gaditana.
El futuro de los astilleros depende de ese presupuesto que aún no se ha aprobado para poder contar con inversiones de la Armada que reviertan en sus diques. Es decir, la construcción de un séptimo BAM de apoyo a submarinos y la fabricación de dos ferrys para el transporte militar.
Navantia ha perdido en solo dos años tres importantes contratos de construcción naval en el extranjero, lo que condena ahora a los astilleros a vivir pendientes de nuevos concursos internacionales, caso de India y Marruecos, pero, sobre todo, le obliga a delegar buena parte del futuro de la compañía en las inversiones del Estado. De momento, la ausencia de un presupuesto que garantice estabilidad debilita sobremanera el futuro de Navantia en cuanto a construcción naval se refiere. Otra cosa bien distinta es que esta compañía pública siga arañando pequeños contratos offshore que sirvan para mantenerse ligeramente a flote.
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