LA VOZ - EL APUNTE
De un desencuentro imperdonable
No está claro quienes son los responsables de que la Madrugada pierda su Perdón pero no hay duda de quienes son los afectados
La Semana Santa es un momento de reflexión y encuentro con uno mismo. En la teoría y en la práctica, ofrece momentos de recogimiento en el que cada creyente tiene la ocasión de citarse con sus pensamientos, con su alma cristiana en un momento de intimidad que, curiosamente, es público. Como detonante de esa cita con la mejor versión posible de la meditación, actúan distintas imágenes a las que cada cual ha confiado una amor inexplicable llamado fe. Por esta certeza, resulta más incomprensible el desencuentro, la fractura, que se ha producido en la Semana Santa de Cádiz, entre feligreses y cofrades de una u otra hermandad (el nombre debe tener sentido más allá de la mera denominación), entre responsables eclesiásticos y del Consejo de Hermandades y Cofradías. Resulta difícil entender, desde la distancia sentimental, desde la falta de especialización del ciudadano medio, que un desacuerdo por unos horarios haya desembocado en la suspensión de la estación penitencial de la cofradía más significativa, la central, de la Madrugada en Cádiz. Puede que los cofrades del Perdón tengan razón y sea un agravio, una ofensa. Puede que los encargados de fijar los horarios tengan razón, que sea necesario y no sea para tanto. Más allá, los insultos y las descalificaciones, los exabruptos, están de más siempre, en cualquier contexto, pero resultan especialmente chocantes en éste.
Al margen de motivos y detalles, cada cual establecerá quienes son responsables de la ruptura de la Semana de Pasión en la capital gaditana. Lo que no deja lugar a duda es quienes son los afectados. Son esos miles de feligreses, de simples espectadores, los que esperaban ver a la imagen para lanzar una oración, murmurada o callada. Son los que esperan ver las mejores piezas de la imaginería gaditana en las calles, para disfrutar de la explosión de belleza estética que encierra. Son incluso los negocios de hostelería y los alojamientos que precisan de una Semana Santa completa y atractiva para poder convertir esta cita íntima con el fervor en un pequeño motor económico. En una ciudad, además, en la que el sector servicios es uno de los escasos salvavidas para muchas familias.
Son demasiados los damnificados, mucho el pesar, para un motivo tan técnico y concreto. Cuesta creer que no tuviera una solución dialogada.