OPINIÓN
Descansa en paz, Julen
Nada mitigará la pena a los padres del pequeño, pero con el paso del tiempo al menos les quedará el consuelo de que su desgracia sirvió para constatar que, pese a todo, aún podemos tener cierta fe en nosotros mismos
El trágico desenlace del rescate del pequeño Julen, no por esperado, ha dejado de golpearnos a todos con fuerza. Las dos semanas de angustioso seguimiento de las labores de rescate han acabado como –según iban pasando los días– todos nos temíamos. Aunque nadie quisiera exponerlo ... en voz alta. Esta historia ha hecho trágicamente ciertos algunos de los más clásicos aforismos del refranero español, como que la esperanza es lo último que se pierde o que la fe mueve montañas. En este triste caso, literalmente. Lo primero y casi único que puede uno hacer en estos casos es mandar toda la fuerza posible a esos inconsolables padres y familiares del pequeño. Y aunque de momento nada mitigará su pena, con el paso del tiempo al menos les quedará el consuelo de que su desgracia sirvió para constatar que, pese a todo, aún podemos tener una cierta fe en nosotros mismos. No perderé un minuto en mencionar a los indeseables de siempre, que amparados mayoritariamente en el anonimato de las redes sociales, expanden sus maldades por doquier. Ni a esos ‘medios de comunicación’ que se centran en el morbo y lanzan también rumores y bulos sin contrastar perjudicando no sólo a la familia del pequeño, sino a toda la profesión del periodismo, pues no falta quien aprovecha para meter a todos los medios en el mismo saco de forma injusta.
Hoy, apenas 36 horas después del fatal desenlace, reconforta mucho más centrarse en el impresionante esfuerzo que han hecho cientos de personas para sacar al pequeño Julen de la horrorosa trampa mortal en la que cayó. No se han escatimado medios, ni esfuerzos. Desde el primer al último guardia civil, ingenieros, operarios, técnicos, psicólogos, mineros especializados en rescates... un impresionante despliegue en el que por supuesto es justo incluir a no pocos periodistas serios y rigurosos que también han estado a pie de la noticia para mantenernos a todos informados.
España, aunque a veces no lo parezca y pese a la incompetencia de muchos de sus actuales dirigentes, sigue siendo un gran país. Vivimos en una nación en la que si tienes la inmensa desgracia de que a tu pequeño de dos años se lo trague la tierra, todos nos ponemos a una a tratar de sacarlo cueste lo que cueste. Y aunque parezca una obviedad, no lo es. Porque creánme que no en todos sitios sería igual. Y reconforta también que en este caso los de siempre no hayan aprovechado para ‘politizar’ un asunto que, como tantos otros, no tiene nada que ver con la política, sino con la condición humana. La única lectura política que se puede hacer de este desgraciado accidente es que así sí. Así sí quiero que se gasten mis impuestos. Así sí construimos un gran país. Descansa en paz, Julen.