El derroche como arma arrojadiza

Es posible que haya sobreactuación. Que, una vez más, lo anecdótico, la pose y la interpretación se imponen al fondo, al debate, a la búsqueda del equilibrio. Tanto unos, como otros, ahora que se intercambian los papeles. El alcalde y sus concejales han impuesto desde su primero día en el Ayuntamiento un discurso basado en una emergencia social que, en su indudable existencia y en su dramatismo incuestionable, afecta a un sector limitado de la población. Con ese grupo de ciudadanos excluidos por bandera, convirtieron cualquier gasto en sospechoso, cualquier protocolo en privilegio, cualquier inversión en un dinero perdido.

Todo era susceptible de ser utilizado para apagar esa alarma, para dar de comer al hambriento, tal y como rezan los textos sagrados que el regidor conoció en sus tiempos de voluntario en parroquias. También puede que haya algo de histrionismo y exageración en los que convierten ese argumento, tan fácilmente manipulable, tan populista y demagógico, para un arma arrojadiza que volver contra el alcalde. Es cierto que, con la doctrina de Podemos en la mano, una cena de honor a un pregonero a la que van cien invitados en un restaurante de moda (por reducida que sea la cantidad que se gaste) puede tener mejor destino. Siempre habrá familias desatendidas a las que ayudar, siquiera con esos miles de euros. Lo curioso es que sea la oposición (PSOEy Ciudadanos) la que utilice ahora ese mismo argumentario y que lo haga justo cuando los vetos cruzados, las amenazas e incertidumbres arrecian en la negociación para formar Gobierno a escala nacional. Es llamativo que los gestos más visibles, los vetos a los actos y a la Gran Final del Falla llegue justo ahora. Es ilustrativo que se utilicen como argumentaciones las mismas armas electorales y demagógicas que Podemos y el alcalde han convertido en banderas.