Fernando Sicre Gilabert - OPINIÓN
Derecho de pernada y mercado
La expresión derecho de pernada, tiene su origen en la locución latina medieval «ius primae noctis»
La expresión derecho de pernada, tiene su origen en la locución latina medieval «ius primae noctis», que traducido significa el derecho de la primera noche, o sea, el presunto derecho de lo que Ud. está pensando. Es decir, el derecho a cepillarse todo lo que se mueve dentro de su feudo o territorio. Fue considerado un componente más del modo de producción feudal, circunscrito ahora al abuso de autoridad, o de preeminencia de la situación que uno ostenta en esa especial relación. Lo impusieron los propios señores, los que de verdad mandaban, ante la pasividad de la comunidad.
Más que un derecho eran prebendas reflejo de la dominación de una clase privilegiada y de la baja consideración que por ésta se tenía del común de los mortales, es decir, de la comunidad o del pueblo. Las prerrogativas feudales no quedaban ahí, sino que se extendieron a otros estratos de la población. Surgen así los llamados gremios feudales-medievales. Eran unidades productivas cerradas y organizadas, especializados en la producción o distribución de algún bien. Tenía reconocimiento civil y religioso. El poder en toda su dimensión lo bendecían. Controlaban en su unidad toda la producción o distribución del objeto, desde el inicio hasta el final. Lo que les permitía controlar su cuota-parte del mercado, imponiendo los precios, en cuanto controlaban la oferta. Con el paso del tiempo y ya en plena edad moderna, corría el siglo XVII, uno sigue sorprendiéndose de la estructura de la actividad de la estiba en los puertos europeos, compuesto por palanquines, cargadores, descargadores, barqueros, apuntadores o listeros y aguadores, todos ellos agrupados componían la colla o «las manos» para llevar cabo la maniobra de carga o descarga. Desde tiempo inmemorial en Europa, la composición de las manos intervinientes en la maniobra de estiba o desestiba, eran decididas en gran medida por sus propios componentes. Hasta que ello se hizo insostenible con la apertura del comercio a nivel mundial. Corrían los años 70 del siglo XX. La crisis del petróleo había cambiado las reglas del juego y la Globalización tomaba sitio en un mundo cambiante de modo desconocido. Dos gremios en su dimensión literal, trasnochado y mimados por el poder, echaban un pulso contra el Estado, contra todos. Los controladores aéreos y los estibadores. Reagan despidió a los 12.000 controladores e impuso la prestación del servicio a los controladores militares. En 2010, Pepiño Blanco, a la sazón Ministro de Fomento instó la promulgación del Real Decreto-Ley 1/2010. El conflicto laboral originado por los controladores justificaba para el gobierno de ZP la intervención militar…y la del Fiscal General del Estado, ahora flamante Magistrado de Tribunal Constitucional en representación de la cuota parte socialista, que no sólo se sacudía el polvo del camino, sino que entonces también lo hizo con el polvo estelar que conformaba la vía láctea, por eso de los aviones y de quienes los dirigían desde tierra. Ahora y por enésima vez el problema de la estiba. No son los últimos de Filipinas, pero sí el último «gremio» en su acepción literal-medieval, que impide la normalización de la economía española.
La justicia europea falló contra España en 2014. La sentencia exige la desaparición del monopolio de la estiba gestionado a través de las sociedades de estiba, que los sindicatos gestionan a su antojo. Un monopolio en su acepción literal no cabe en un mercado único como es Europa. Tan es así que solo los árboles genealógicos siguen visualizando el pedigrí de la realeza, la nobleza y la de los estibadores portuarios españoles. El PP ha tenido dos años para cumplir una sentencia, ahora busca el consenso de los demás. Aunque sea por respeto al pueblo español convaliden el RD-Ley, que transcribe sin más la sentencia y demos por finalizado los privilegios feudales-medievales en nuestro país. Sí no inclúyanlo en la Ley de la memoria histórica, como nuevo objeto de desagravio para con los demás españoles.
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