Antonio Ares Camerino - ARTÍCULO

Demasiada sombra

En un verano caluroso y con el bochorno como cielo lo qué más se agradece es una buena sombra

ANTONIO ARES CAMERINO

En un verano caluroso y con el bochorno como cielo lo qué más se agradece es una buena sombra. Pero cuando ésta viene impuesta después de una sentencia judicial o de manera preventiva, al ser humano lo priva de su bien más preciado después de la vida, la libertad. La literatura , y sobre todo el cine, han dado buena cuenta de los entresijos carcelarios. De fugas y de motines. De milagros y perversiones. De maldad y de venganza. El género recluso ha dado cintas memorables: Cadena perpetua, Celda 211, La Milla Verde, El expreso de Medianoche, En el nombre del Padre o Papillón. Unas con final feliz para la población reclusa, la mayoría con sólo un final en el que pierden los de siempre. De todo lo visto en las pantallas, de todo lo leído en los libros, como siempre, la realidad supera la ficción.

Hace unos días en la prensa nacional coincidieron dos noticias carcelarias. Nada de motines al más puro estilo de las cárceles sudamericanas, nada que ver con las miles de ejecuciones de pena de muerte que se llevan a cabo en China o en Arabia Saudí, nada relacionado con la lista interminable de negros e hispanos que velan sus vidas en los corredores de la muerte del país que presume de ser la cuna de la libertad y el paradigma de los derechos humanos.

En este caso eran dos noticias, una de dentro, y la otra de fuera. En Filipinas, la prisión de Quezón City en la capital, Manila, bate el récord de hacinamiento. «Tres mil presos se amontonan entre heces y mugre en una prisión diseñada para albergar apenas setecientos reclusos». El terror carcelario no consiste sólo en la privación de la libertad, la soledad y la desconexión del mundo, sentirse apilado, humillado y abandonado, supone el mayor revés a la dignidad humana. La otra noticia es de aquí, es interior, y tiene que ver con el Ministerio homónimo. Instituciones Penitenciarias ha dado un paso más en las restricciones de los medicamentos para la población reclusa. Mientras no se demuestre lo contrario, a excepción de los políticos corruptos, de los banqueros engominados y de los defraudadores de guante blanco, la población carcelaria está enferma, física, psíquica o socialmente. Cuando más lo necesitan les deniegan medicamentos que para la población general no precisan de autorización o visado alguno. Detrás de un mal llamado uso racional del medicamento se esconde, simple y llanamente, cerca de un cuarenta por ciento de ahorro en gasto farmacéutico. Los profesionales sanitarios de prisiones denuncian que con esta medida no solo se invaden competencias del Ministerio de Sanidad sino que se conculca el derecho a una asistencia sanitaria de cualquier ciudadano, esté privado de libertad o no. Estar a la sombra es una cosa y ver que la oscuridad de la enfermedad te mina la poca salud que te queda es otra bien distinta.

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