El Apunte
El debate permanente
La picaresca y la evasión fiscal empiezan en una actitud personal que nadie debería eludir por responsabilidad social
Hace ya bastantes semanas que comenzó ese periodo en el que toca rendir cuentas con Hacienda para la mayoría de asalariados, autónomos y empresarios. En esta etapa del año –aunque la picaresca esté presente a diario– todos recordamos la función y la obligación ... pero también aparece la evasión. Ya sea en la declaración de IRPF o en el gravamen de impuestos cotidianos, como el IVA, nunca son uno, ni dos ni tres, los contribuyentes que tratan de esconder algún ingreso, eludir del ojo fiscal esa venta o en esas factura sin declarar. A su paso por Jerez, ayer, el nuevo consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, Juan Bravo , volvió a poner sobre la mesa un debate eterno. La crisis económica puso en evidencia dispendios intolerables en las administraciones públicas, prácticas censurables en las entidades financieras y la capacidad destructiva de toda una ingeniería financiera sustentada en la obtención de dividendos. Sobre todo en épocas de bonanza, que siempre preceden a las de pánico, el dinero en metálico es sustituido a menudo por cifras en el parqué que nos hacen creer que somos más ricos de lo que en realidad nunca llegamos a ser. Cuando aterrizamos en la realidad, expertos y dirigentes hablan siempre de una burbuja que ha saltado por los aires y sale a la luz un agujero en las cuentas públicas del Estado de grandes.
El consejero recordaba ayer la necesidad de repetir una y otra vez el mensaje de la responsabilidad individual –particular, ciudadana– para mejorar los cauces de recaudación de las instituciones de las que luego nos beneficiamos todos. Es muy fácil ir a las redes sociales a clamar contra los banqueros, las grandes fortunas, los gobiernos maniatados y las multinacionales por su responsabilidad cuando acontece un desastre financiero del que ninguno puede escapar en sus negativas consecuencias: subida de impuestos, recortes de prestaciones sociales... Pero una vez que todos ejercemos nuestro sagrado derecho a fiscalizar el dinero público, además de demonizar el poder político y financiero, toca ya ser honestos con nosotros mismos. Engañar a Hacienda en este país, aunque el consejero hablara a escala autonómica, ha llegado a ser una práctica que genera complicidades y simpatías si quien miente en la declaración o transacción es un trabajador a secas. Si es un político o un empresario, las peticiones de cárcel se multiplican por segundos. Olvidamos que el defecto, por más que cambien las proporciones, es el mismo.