OPINION
Por sus crímenes los conocerás
Nos quieren convencer de que, como decimos aquí, ‘la cosa está fatal’. Y no es cierto. La que está fatal es la clase política en general, no la sociedad
Afortunadamente, no es Cádiz un lugar que destaque por su índice de criminalidad. Y si no fuera por los muchos y muy variados delitos que tienen que ver con el narcotráfico, ese indicador sería todavía mucho más bajo. Podemos decir sin riesgo a equivocarnos que ... los gaditanos vivimos relativamente tranquilos. Y por fortuna también, esta situación es extensible al resto de España, sin duda uno de los países más seguros del mundo. Probablemente –en realidad probablemente no, seguro– no valoramos este dato como debiéramos, pues sólo hay que compararlo con el de numerosos países de cualquier otro continente, e incluso de Europa, para darnos cuenta de cómo hemos evolucionado en las últimas décadas desde un punto de vista económico y social. Ese desarrollo, y por supuestísimo, la excelente y callada labor de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, nos han llevado a esta situación de, permítanme la expresión, ‘paz social’ de la que hoy disfrutamos y damos por hecha. Atrás quedaron los años sangrientos del terrorismo etarra, aunque de vez en cuando el islámico nos golpea con dureza. Pero el delito común, el que no responde a fanatismos religiosos o absurdos ideales políticos, está relativamente controlado. Sin duda, hoy en día los crímenes que nos golpean con mayor asiduidad son los que tienen que ver con la violencia de género, que ese no entiende de clases sociales ni de coyunturas. Se trata de la más básica miseria humana y cualquier esfuerzo que se haga por erradicarlo es poco.
Aquí en Cádiz, ya les digo, los crímenes realmente graves son muy pocos. De ahí que cuando se producen queden en la memoria colectiva durante muchos años. Todos recordamos al descuartizador de Cortadura, el asesinato del joven Juan Holgado en una gasolinera de Jerez o a las dos niñas de San Fernando que asesinaron en el año 2000 a una amiga para «hacerse famosas». Más o menos por aquella época conocimos también el crimen del churrero de Chiclana, y algo más cercanos en el tiempo están el de la colchonería, también en Chiclana, el del parricida de Ubrique o el del joven que asesinó a su padre en Puerto Serrano una noche de fin de año. Todos estos asuntos, y algunos más de la crónica negra gaditana, pasarían absolutamente desapercibidos en innumerables países donde el crimen está a la orden del día. Sin embargo, en España, no somos capaces de valorarlo. Prácticamente a diario nos perdemos en polémicas absurdas. Políticos de uno y otro signo se tiran los trastos a la cabeza por nimiedades. Y perdemos la perspectiva. Algunos hasta quieren cargarse el sistema. Nos quieren convencer de que, como decimos aquí, ‘la cosa está fatal’. Y no es cierto. La que está fatal es la clase política en general, no la sociedad. Entre otros muchos indicadores, el del índice de criminalidad nos demuestra que España es un gran país, que nuestra calidad democrática es excelente. Deberíamos pararnos a pensarlo con más frecuencia. Nos iría aún mejor.
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