Julio Malo de Molina - OPINIÓN
Corto Maltés
Estos días quienes han soñado surcar los mares deben visitar en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla
Los héroes de papel no pertenecen a nada ni a nadie, ni Long John Silver, ni Ana Karénina, ni William Brown, ni Miss Marple, ni Robinson Crusoe, ni Scarlett O’Hara, ni Sandokan, ni Fermina Daza, ni Tom Sawyer, ni Natasha Rostova, ni Silvestre Paradox, ni Dolores Haze (Lolita), ni Sherlock Holmes, ni Jane Eyre, ni Peter Pan, ni Lady Dragón. No pertenecen a tiempo o lugar algunos, ni mucho menos a su autor o autora, ni siquiera a las historias que sobre ellos se han impreso. Son patrimonio colectivo, y viven no sólo en libros, películas o fábulas, también y más que nada en los sueños íntimos de las personas que los o las han amado. Menos que nadie un pirata romántico como Corto Maltés, nacido en La Valeta de madre gitana y sevillana llamada ‘la Niña de Gibraltar’, su padre un marinero de Cornualles. Hombre pues del Mediterráneo y del Atlántico, del mundo grecolatino y también celta. Los romanos llamaron así a todas las civilizaciones del este de Europa, aunque asociamos lo céltico más a la cultura druídica de los finisterres atlánticos, desde Irlanda a la Isla del Hierro, pasando por Cornualles, Bretaña y Galicia. Corto tuvo que pasar su juventud en la Laguna Gaditana, lugar de encuentro entre ambos mundos, sobre todo en La Caleta, sobre cuyas aguas y desde la más remota antigüedad se intercambiaron cargamentos entre navegantes atlánticos y del Mediterráneo. John Steinbeck en su excelente libro ‘Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros’, acerca del legendario caudillo que resistió en Camelot a los invasores sajones, relaciona gran cantidad de toponimias en Cornualles que a juicio del escritor muestran relaciones ancestrales con este otro finisterre al sur del sur de Europa.
Estos días quienes han soñado surcar los mares deben visitar en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla la exposición: ‘Corto Maltés. El tiempo de la aventura’, iniciativa del Instituto Francés, de la cual Michel Pierre hace de comisario. La muestra se inauguró el 13 de noviembre con una mesa redonda sobre ‘Viaje y la Identidad’. La aventura es el deseo de estar en otro lugar, y por eso se exponen no sólo originales de las láminas de las historias del melancólico errante, tal como las soñó y dibujó el fabulador italiano Hugo Pratt (Lido 1927-Grandvaux, Suiza 1995), sino también fotos y objetos que forman parte de sus procelosos itinerarios: Egipto, Manchuria, Brasil, Irlanda o Rusia, entre otras tantas geografías, donde conoce a personajes tan singulares y a la vez diferentes, como un joven escritor llamado Jack London, o al entonces comandante Stalin. La exposición es a su vez un viaje delicioso que podemos disfrutar hasta el próximo 17 de diciembre.
Según Hugo Pratt, Corto pasa la infancia en Córdoba tutelado por un sabio rabino, pero omite su adolescencia gaditana entre arenales, escolleras y espuma. Un marinero errante sólo se puede forjar en el centro de las rutas marineras, ayudando a mariscar coñetas y erizos entre los roquedales de La Caleta. Supo distinguir que esas piedras de formas extrañas procedían de imponentes edificios de antiguas ciudades olvidadas, anteriores aún a la Gadir que fundaron marinos tirios al terminar la guerra de Troya. Creo recordar aunque tal vez lo soñé, lo cual viene a ser lo mismo, que paseando con él por el camino del Arrecife, descubrió restos de runas celtas en una roca caletera. Buena parte de la Historia está escrita en esas piedras.