Felicidad Rodríguez
Consultas
Los suizos deben ser algo especiales, solo así se explicaría que 8 millones de personas vivan en 26 cantones y se entiendan entre sí
Suiza, además de ser uno de los países con mayor nivel de vida del mundo, es famosa por sus bancos, sus relojes de cuco, su chocolate, sus navajas y por ser el origen de la vistosa Guardia Suiza. Los suizos deben ser, también, algo especiales; solo así se explicaría que poco más de 8 millones de personas vivan en 26 cantones diferentes y se entiendan entre sí, sin morir en el intento, en alemán, francés, italiano y romanche. Debe ser, sin duda, por el saludable aire de montaña que respiran. Son también adictos a celebrar referéndums. Creíamos que el invento de los ‘procesos participativos’ era algo novedoso de las nuevas formaciones políticas españolas. ¡Pues no! Los suizos llevan celebrando consultas populares desde 1848, con más de 600 referéndums a nivel país e innumerables a nivel cantonal.
Las materias objeto de votación, de lo más variadas y variopintas. Desde las más pedestres, como los trazados de los carriles bici o la ubicación de pasos de peatones, hasta aquellas de mayor enjundia, como la libre entrada de ciudadanos de la UE en su mercado laboral pasando por la consulta sobre si las mezquitas deben tener, o no, minaretes. Algunas de esas consultas ponen en vilo a propios y a extraños, instancias europeas incluidas porque, en el caso suizo, los resultados se ejecutan. Vamos, que no ocurre lo que pasa con los anuncios consultivos, tan de moda últimamente en nuestras tierras, entre las emergentes formaciones políticas. Que se dice que las listas electorales serán sometidas a consulta, pues se nombra al antimilitarista ex Jemad cabeza de lista por Almería, se moleste quien se moleste. Lo mismo ocurre en asuntos más locales. De los numerosos procesos participativos propuestos, que si la consulta popular sobre las barbacoas, que si los jurados populares para decidir si hay que pagar o no las deudas, etc. etc. parece que la única que va camino de cumplirse, al menos por el momento, es la elección del cartel del carnaval.
Quizás es que, en el fondo, a los propios e imaginativos proponentes les asalten dudas sobre si los resultados se adecuarán a lo que tenían previsto. Eso no pasa con los suizos porque allí la gente se lo piensa muchísimo antes de emitir su opinión. Casi tres años han pasado desde que se planteó el referéndum suizo sobre el establecimiento de la renta básica, consulta que se acaba de producir. Y por un 78% de los votos, los ciudadanos han decidido que no quieren recibir 2.250 euros al mes, 565 si son menores de 18 años, durante toda la vida por el hecho de vivir en Suiza. En la decisión parece que ha primado la reflexión sobre quién pagaría el subsidio y a costa de que se daría la susodicha renta universal. Un coste de unos 180.000 millones de euros, casi un tercio del PIB. Y, claro, a los suizos les ha debido surgir algunas dudas: ¿tendrían los trabajadores que tributar más para pagar esos sueldos a los que no lo hacen?, ¿afectaría la medida a su sólido y consolidado esquema de seguridad social en lo que se refiere a las jubilaciones?, ¿cómo quedaría la financiación pública para los servicios básicos, como la sanidad y la educación? Los suizos ya han decidido. Podríamos hacer apuestas sobre lo que habría resultado si la votación se hubiese producido en nuestro país.
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