Construir sobre lo destruido
A la resurrección del ladrillo hay que unirle ahora una buena política de vivienda para no volver a inflar la burbuja
El sector del ladrillo y el del automóvil son el termómetro de la economía española. El ciudadano de a pie, ya vote a diestra o siniestra, se empache de secesionismo nacionalista y blasfeme cada vez que lo amenazan con elecciones, al final lo que quiere ... es una casa y un coche. Y puede cumplir sus deseos cuando la cosa va bien. Así de simple sin caer en la demagogia.
La brutal crisis financiera afectó de lleno en España a constructoras e inmobiliarias por la tremenda burbuja que muchos inflaron y terminó por explotar con consecuencias gravísimas. Ese mismo periodo que descosió en parte el tejido social del país ha quedado superado después de las sufridas pero necesarias medidas puestas en marcha por el ejecutivo. Prueba de ello es que el ladrillo recupera la salud de la que gozaba a mediados de la década pasada, con similares números de licencias de obra nueva. Los números atestiguan el sentir de la calle.
Si algo reviste de positivo una crisis, económica, personal o de cualquier tipo, es que resulta el mejor precedente para afrontar los problemas venideros. Se conocen síntomas y recursos para su resolución. En el horizonte se advierten nubarrones a la espera de saber lo que descargan. Así que al crecimiento sostenido que le dicen, es obligado sumarle el sostenible. Construir, edificar, comprar, vender, pedir, prestar... lo necesario, sin inflar el globo porque el estallido resonará sobre un terreno ya mojado.
De ahí que los responsables empresariales mezclen su optimismo por la recuperación con una buena dosis de cautela y precaución. Y cuando señalan ya no miran el dedo sino más alla: a la necesidad de buenas políticas de vivienda, la incorporación de los jóvenes, la simplificación de la burocracia y la petición de que esa tendencia alcista no se dispare.
Una vez alcanzada la estabilización, toca ir más allá, y no confundir con seguir poniendo ladrillo sobre ladrillo. Por ello es urgente superar esta parálisis política, con comicios sin fin y pactos fallidos, para que esta reconstruccion sobre lo destruido no acabe sembrando de nuevo el panorama desolador de los últimos años. El ciudadano, el empresario, ha cumplido con su labor. Ahora deben ser las administraciones las que ofrezcan un nuevo impulso para dinamizar este sector clave en la economía española.