LA VOZ - EL APUNTE
Conclusiones ante el escaparate
El Concurso del Falla es la primera y mayor imagen del Carnaval, conviene analizarlo con rigor
El Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas, el célebre Falla, no es el Carnaval. Es una parte. No la esencial ni la más característica pero sí la mayor y más reconocible, la más conocida, la más extensa y seguida. Negarlo, a estas alturas del siglo XXI, sería una insensatez. Su potencial alcance hace mucho que superó lo que ningún chirigotero de hace 40 años habría soñado en su mayor delirio. La alianza de una afición creciente, desbordada en lo geográfico, y las nuevas tecnologías de la comunicación propician lo que usted ya sabe: que hay aficionados por todas partes y que se puede atender a una sesión completa, de cualquier día, con un coro de comentaristas (amigos o no) desde cualquier lugar del mundo, a cualquier hora, que se puede recuperar cualquier copla, escucharla y volver a escuchar, encontrar una foto, un vídeo, todo, desde cualquier sitio, las 24 horas de los siete días. Es una obviedad.
Por tanto, su potencial como imagen exterior del Carnaval es imponente. Importa más -influye más, para bien y para mal- que mucho de lo que puede hacerse luego con la magia de las callejeras, en el programa oficial, en el pregón o en las cabalgatas. De ahí que haya que cuidarlo. El actual gobierno municipal convirtió la organización del Concurso en una prioridad, casi en una obsesión. Ya la tiene. Esta edición ha sido la primera a su imagen y semejanza, a su medida. Cabe sacar conclusiones y experiencias porque, aunque pudiera parecerlo, ni el Falla ni el Carnaval le pertenecen. El partido gobernante, o su aliado, ni tienen toda la verdad ni el elixir de las esencias populares. Así que conviene separar el trigo de la paja, pensar, debatir y deducir.
El cambio de hora de las preliminares parece un acierto, pero alarga esa fase peligrosamente. La reducción de las sesiones tiene idéntica ventaja y el mismo inconveniente. La transparencia del Jurado Oficial -que ayer dio carpetazo al certamen con una ejemplar explicación pública- merece continuidad pero siempre tendrá tendencias o preferencias, tan respetables o injustas como antes. Conviene no demonizar a los organizadores anteriores ni santificar a los actuales porque se ha visto algún sorteo bochornoso o, por ejemplo, la Final fue técnicamente un desastre. Extensísima, irrespetuosa con los aficionados moderados (por lógica son mayoría) y con un teatro que amaneció superado y sucio. Hay cambios a mantener y otros a revisar, hay ideas que atender pero para eso hay que saber escuchar y ceder. Estos dos últimos verbos no son la especialidad de este equipo de gobierno.
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