Montiel de Arnáiz
Concierta coherencia
La Presidenta de la Junta de Andalucía defiende a boca llena la educación pública en ‘sus’ colegios sabedora de que si se eliminara el concierto educativo quebraría económicamente la autonomía
Tenía que pasar al final, que Susana Díaz y Teresa Rodríguez acabaran coincidendo en algo. La trianera y la roteña apuestan por la educación pública excluyente, o sea, la que no es concertada, o sea, la que no tiene sospecha de ramalazos religiosos. Ambas hacen gala del mismo sentimiento ‘anticoncertada’ aunque al hacerlo entren de cabeza y con burkini en el charco inmenso que este país sin una Ley de Educación de consenso viene generando desde antes de que naciera José María González. Eso sí, cada una tiene unos motivos distintos.
La Presidenta de la Junta de Andalucía defiende a boca llena la educación pública en ‘sus’ colegios sabedora de que si se eliminara el concierto educativo quebraría económicamente la autonomía. Eso sí, Susana limita las plazas de alumnos de la concertada pese a que las malas lenguas dicen que muchos socialistas de pro, los de la rosa en la boca, chaqueta de pana y Visa Oro Masterchef, incluso alguno de los que hoy harán la ola en presencia de Pedro Sánchez, el inepto encantador que con su candidez e inoperancia ha llevado al PSOE a sus mínimos históricos, decía que incluso alguno de estos alfonsos guerras redivivos defienden la preponderancia de la educación pública frente a la concertada pero llevan a sus hijos a colegios religiosos o bilingües. Oye, y me parece genial; no en vano lo dice el artículo 27.3 de la Constitución Española: que los padres llevamos a los niños a los colegios que no sale de los conciertos. Tampoco vamos a pedir coherencia a nuestros políticos a estas alturas.
Coherencia que, sin embargo, sí tienen Teresa, Kichi y sus feligreses. La líder de Podemos en Andalucía, profesora de instituto, parte de una concepción laica de la educación más cercana, posiblemente, al sistema francés. La base del discurso contrario a la educación concertada, del reparto de flyers y del envío de cartas a los padres vendiendo las bondades de la pública, aparte de ser un gasto de dudoso encaje en contabilidades municipales, responde al notorio e indisimulado anticlericalismo de los neocomunistas de Podemos; los mismos que consideran que la educación en un centro religioso es proselitista y por tanto eliminable. Esos mismos que no aceptan competencia en la tolerancia.