El Apunte - EDITORIAL

El comercio tradicional contra el tiempo

Sucede en todas las ciudades y es irremediable, desaparecen los nombres de siempre en favor de cadenas, franquicias y tiendas de conveniencia

LA VOZ

El comercio gaditano forma probablemente el segundo sector por número de empleados en la ciudad, sólo por detrás de los funcionarios y trabajadores públicos. Tras sufrir la caída de consumo derivada de la peor recesión económica vivida en tres décadas, busca un importante alivio que traiga los ingresos anteriores a 2008 y confirme la reactivación del consumo interno. El turismo nacional y crucerista que recala en Cádiz cada vez en mayor número supone un aliado en esta compleja tarea de recuperación.

Los comerciantes de la zona centro de Cádiz reconocen una cierta mejora pero la mayoría da como cierto un inevitable cambio de ciclo. Los negocios tradicionales, algunos con décadas de trayectoria, anclados en la memoria colectiva y la nostalgia de los mayores de la ciudad, cierran sus puertas uno tras otro. La falta de relevo generacional y, sobre todo, el cambio de «reglas del juego» les deja sin opciones. Las compras por internet, la fuerza de las cadenas y franquicias, las rebajas permanentes, la oferta amplísima deja su especialización sin la clientela suficiente. Los gustos, los clientes y la demanda cambian. Negarlo sería una pérdida de tiempo. Ahora priman nombres que pueden verse casi en cualquier ciudad y locales de conveniencia que ofrecen productos de consumo inmediato al paseante.

Para completar el trío, se añade la hostelería. El resto de negocios, muy especializados, veteranos, basados en el prestigio y la confianza de años, parecen condenados a la extinción. Basta un simple paseo para comprobar que aquellos nombres de finales del siglo XX han desaparecido casi por completo. Es un fenómeno general. No sólo sucede en Cádiz. El sector siempre pide ayuda y administraciones como Junta de Andalucía y Ayuntamiento están en la obligación de buscar un cierto equilibrio. Tratar de proteger la estética del centro de la ciudad y crear unas normas que todos deban cumplir. Tratar de apoyar a los que ofrecen algo diferencial, autóctono, propio. Pero hasta ahí pueden llegar. El resto supondría luchar contra los tiempos, contra la inercia imparable del cambio, esa que nunca se detiene.

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