José Manuel Hesle

Codicia

Cuando en Cádiz daban aún juego las industrias que miraban al mar, perteneció a una familia que adquirió renombre por su desvelo en mantener viva esa relación

José Manuel Hesle

Cuando en Cádiz daban aún juego las industrias que miraban al mar, perteneció a una familia que adquirió renombre por su desvelo en mantener viva esa relación. Era, como se refería entonces, un edificio hecho entero de fábrica cuando todo lo que existía a su alrededor no eran más que barracas y almacenes de madera. Una construcción que emulaba en su diseño el estilo salinero de las casas de la Isla. Las estancias de la vivienda repartidas en torno a un espacioso patio interior del que recibían aire y luz. El lavadero en la misma azotea, a la sazón terraza abierta a la marisma, que lucía coronada por airosos remates en forma de jarrones sobre los pretiles. Habría dos de estas edificaciones en la zona al comenzar el siglo pasado. Siglo y medio más tarde, por avatares de la vida, terminaron viviendo allí o malviviendo, dado el abandono del ya destartalado y ruinoso caserón, Miguel y Mercedes. Con el salitre desmoronando las paredes y la humedad royéndoles los huesos resistieron impasibles a la espera de una oferta monetaria suficientemente sustanciosa. La enfermedad y la muerte terminaron por dar al traste con sus aspiraciones y dejaron sin sentido el absurdo pulso de lustros. Carmen y Pedro también sucumbieron años antes en el mismo entente.

A punto de jubilarse Antonio aprovechó el momento idóneo para sacar un partido provechoso a sus modestos ahorros. Adquirió una parcela en una de las urbanizaciones que a mediados de los 80 emergían a la sombra del boom del ladrillo en el litoral chiclanero y se construyó su chalet. Vivió el hecho como una proeza personal hasta el punto de bautizar su nueva casa con el nombre de “Lo logré”. Los mejores años los pasó ahí, entre pinos y recorriendo la paradisiaca playa de punta a punta. Conforme la urbanización crecía, se dotaba de servicios y se ponía de moda, el interés por residir en ella aumentaba y la inversión inicial tendía a multiplicarse. Desde entonces, los vaivenes del mercado inmobiliario aportaron más atractivo al día a día que el disfrutar con lo ya obtenido. Cada vez que sus ofertas encontraban respuestas favorables, Antonio elevaba aún más el listón de sus demandas económicas. Y así una y otra vez. Sin percatarse casi transcurrieron 30 años en los que recontó millones en su mente cual apuntaba estrellas el personaje que habitara el cuarto planeta del universo que Saint-Exúpery ideara para su conocido Pequeño Príncipe. Un accidente de circulación vino a sorprenderle, a la par que la crisis, dificultándole la autonomía para desplazarse y por ende el poder permanecer en la casa de sus ensueños. Mientras la vivienda se deteriora y pierde valor por día, lejos de ella, Antonio continúa haciendo frente a sus elevados gastos en la fe ciega de que todo, como si el mismo pudiese parar el curso de su existencia, acabará pasando y al final alguien llegará que le ofrezca ese uno por mil que tanto ansía.

Dos historias llanas en medio de un sinfín de muchas otras marcadas por el común denominador de la codicia como el desmedido afán de poseer sin límites y al precio que fuere. El del saco roto o la desgracia ajena. Una carrera sin cuartel dónde el final no es más que un nuevo inicio. Lo que al codicioso le pone de verdad es el ganar en cada jugada más que en gozar de lo conseguido. Una pulsión que parece estar en la médula del común de los humanos y que encuentra en el poder su cómplice más leal. Nuestra historia pasada y reciente están, como recopila Eslava Galán en una sus últimas publicaciones, jalonadas de los más bochornosos y sonrojantes episodios de codicia y avaricia desenfrenadas y de gran porte. Nos indignaron Sofíco, el Dioni, Roldán, Rumasa y Mario Conde en sus reiteradas intentonas, el Cachuli y la Pantoja, Pujol, Eres, Gürtel, Bárcenas y la Púnica. Ahora el asunto está en cómo lograr desprendernos de tanto cleptócrata suelto y de tanto espabilao tomando posiciones para el desembarco del próximo 26.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación