Montiel de Arnáiz - Opinión

Cláusulas sueldo

Lo ideal hubiera sido que el TJUE hubiera ratificado la sentencia del Tribunal Supremo y los bancos no se hubieran visto desenmascarados

Montiel de Arnáiz

La verdad es que el Gobierno de Rajoy ha estado tela de torpón con lo del Decreto de las cláusulas suelo; se ve que ha debido darle mijita de vergüenza eso de cumplir promesas y ha sido tibio como el entretiempo: ni frío, ni calor. Lo ideal hubiera sido que el TJUE hubiera ratificado la sentencia del Tribunal Supremo y los bancos no se hubieran visto desenmascarados pero, oye, ha de adaptarse a los acontecimientos. Que parezca que hace algo, protegiendo a las (sus) entidades bancarias, claro.

Estamos hablando de esas mismas entidades que eliminan sin piedad cualquier beneficio que tenga tu préstamo: una cuenta remunerada, cero comisiones, transferencias gratuitas, el mantenimiento de la libreta, la ausencia de vinculaciones: todo al Herbert Von Karajan. Pero son claros: si no está de acuerdo con nuestro criterio, abone los doscientos mil euros del préstamo y corra libre como un gamo por la pradera. Eso sí, como se le ocurra pagar un recibo de la comunidad en efectivo le cobraremos tres eurillos, y si quiere que en el recibo aparezca su nombre, otros tres más.

Debemos entenderlo, la vida que viven algunos no es fácil de sostener: alguien tiene que pagar el pato a la naranja confitada, aderezado con tempura o mores en salsa de bachata, que debe ser la suma de patata y batata. Quisiera estar en los consejos de administración con mi cuaderno y mi bolígrafo y poder anotar los chascarrillos de todos esos protohombres de chichinabo, salvadores de la (su) patria, políticos jubiletas y magreadores de pechugas a la Villeroy. Difícil posición la de los partidos, esos mismos partidos a los que se les condonaron sus deudas, que tienen miembros en los consejos de dirección de las Cajas, y cuyos alcaldes firman convenios varios de colaboración en todos los lugares del orbe ibérico.

Lo dicho: que el Decreto éste que viene a ahorrarle dinero a los bancos y a hurtárselo a los abogados, es un callabocas de tomo y lomo, una medida claramente postergadora, posibilitadora de resuello uniforme y ajena al sentimiento del pueblo que, curiosamente, resulta coincidente con lo expresado por una sentencia europea, maldita sea. Con lo fácil que era darle validez a nuestra «cláusula sueldo», piensa el político.

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