Opinión
Charlotte
Revisar ahora la producción de una profesional que abrió la senda de la modernidad en tiempos convulsos representa un estímulo
Cuando a finales del año 1937 los arquitectos españoles Josep Lluis Sert, Luis Lacasa y Antoni Bonet se ocupan en desmontar el pabellón español en la Exposición Internacional de Paris fue la arquitecta Charlotte Perriand quien con más cariño se afanó en ayudarles, hasta el ... punto de alojar en su ático de Montparnasse al matrimonio Sert.
Esta obra supuso para el gobierno de la República un esfuerzo destinado a solicitar socorro a los estados democráticos, en ella participan directamente Picasso, Miró, Alberto, Calder y otros artistas españoles, junto con profesionales e intelectuales de todo el mundo. Charlotte Perriand se había ocupado de escoger minuciosamente las fotografías que transmitían el dolor de un pueblo que sufría los horrores de una durísima contienda.
Tiempo atrás, la arquitecta francesa había coincidido con Sert y Torres Clavé en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna en 1933, que iba a celebrarse en Moscú, pero problemas de la vanguardia constructivista en la Unión Soviética a causa de la persecución estalinista, obligan a desplazar el encuentro al buque Patris, fondeado en el puerto de Atenas. Precisamente, los encargados de redactar las conclusiones de este congreso fueron Sert y Perriand. Ambos se habían conocido en el taller de Le Corbusier en la rue de Sèvres, un antiguo convento donde se respiraba un ambiente ideal entre arquitectos de todas partes del mundo. Se hablaban todas las lenguas pero un solo lenguaje, como decía Charlotte.
Las fotografías escogidas para el pabellón español de 1937 se pueden contemplar durante estos días en la exposición “Le monde nouveau de Charlotte Perriand” en la Fundación Louis Vuitton de Paris, un edificio del arquitecto Frank Gehry en el Bosque de Boulogne, inaugurado en octubre de 2014, semejante al Guggenheim bilbaíno en el cual las escamas de titanio han sido sustituidas por piezas cerámicas. La extensa muestra en tan espectacular contenedor hace justicia histórica a esta heroína del espacio, una de las grandes arquitectas de la modernidad cuyo nombre con frecuencia ha sido eclipsado por sus relevantes colaboradores, como Le Corbusier o Fernand Léger, vecino éste muy querido de Charlotte con quien compartía un discurso de izquierda radical.
Charlotte Perriand (1903-1999) estudió en la Escuela Central de Arte de Paris, pero abandona el academicismo clasicista para inspirarse en la estética de las máquinas. Su bar en acero cromado y aluminio destaca en el Salón de Otoño de 1927. A partir de ahí, se incorpora al equipo de Pierre Jeanneret y Le Corbusier con quienes diseña múltiples piezas como su conocida chaise longue de acero tubular. Participa en la fundación de la Unión de Artistas Modernos presidida por Robert Mayet Stevens que lidera la vanguardia en el Paris de entreguerras.
Seducida por la estética japonesa se traslada a Tokio donde ocupa el cargo de asesora artística del Ministerio de Comercio e Industria, implicándose con entusiasmo en la vida cultural del país. Su exposición “Tradición, selección, creación” tuvo cierta influencia en el diseño japonés. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial intenta regresar a Paris pero ya no es posible y se instala en Vietnam. Durante este periodo desarrolla diseños con bambú como la Tokyo Chaise Longue, versión oriental de su mueble más conocido. Arquitecta, urbanista, diseñadora, fotógrafa se expresa en todas las disciplinas mediante exquisito talento con su conocida alegría y vitalidad. Revisar ahora la producción de una profesional que abrió la senda de la modernidad en tiempos convulsos representa un estímulo para las arquitectas y arquitectos de nuestra época.
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