Querida mamá
Va a ser muy raro pasar esta Nochebuena sin ti, la primera de todas
Querida mama: No puedes venir a casa a Madrid con los niños y yo tampoco puedo ir a tu casa a verte. Pensé en visitarte ayer, en agarrar el coche y pasarme por el arco del triunfo la cosilla perimetral, conducir hasta Donosti, tocarte el ... timbre y pasear un rato contigo, pero estás con el jodido catarro y no te quise hacer salir. Va a ser muy raro pasar esta Nochebuena sin ti, la primera de todas. Cómo te recuerdo ahora en casa de los litos, y en Cádiz aquel día en que se nos quemó todo y nos quedó la cena malísima. ¡Los langostinos que compré sabían a gasoil! O en la casa del Boulevard en aquellas cenas en las que estaba la abuela, y cuando te apoyabas de un lado de la mesa, se vencía la tabla, quizás como una metáfora de la inestabilidad de cualquier familia. Se me vienen cosas de aquellos días y te me apareces con los labios pintados de rojo, el pelo rizado y la piel oscura como una diosa morena. Estoy viendo a la mujer más guapa del mundo, los sábado al mediodía cuando el aita y yo te íbamos al encuentro a la salida del banco y te ibas apareciendo por la plaza de Gipuzkoa o doblabas la esquina del Boulevard. Créeme si te digo que de aquellos días guardo tu calor, tu cariño y tu tacto, y una imagen muy exacta de cuando te arreglabas para la cena. Y después, los abrazos, y las risas, y desde que se fue el aita, también de ese momento en el que, cada vez que brindamos para festejar algo, tú miras al cielo como si buscaras una lucecilla entre las ruinas del edificio de nuestra nostalgias.
Digo que siempre has estado ahí, y de alguna manera he escrito menos cosas de ti, quizás justamente por tu presencia constante y porque es difícil escribir de una parte de uno. Como el aita se nos fue pronto y tú te quedaste, igual por eso he dicho tantas cosas de él y tan pocas de ti. Es difícil hacer prosillas de una parte de uno, como si fuera uno a describirse, yo qué se, una mano, un ojo, el corazón. Hoy que no estás es el día de mandarte esta carta.
Sé que no es una cuestión de calendario, que la niebla que te rodea hoy no es por la Nochebuena, si no por no estar con los niños, que andan locos por verte. Y porque llueve sobre mojado. Este año hemos sentido todas las emociones. ¡Y qué miedo has pasado! Has luchado mucho en este tiempo. Reconozco el humo de tus batallas en la amargura de tus despertares, en la pelea de la gimnasia en la silla en los días en los que charlabas con la vecina y en los que intentabas buscar el ánimo donde fuera, en la complicidad de las voces de la gente del patio a la hora de los aplausos, en los paseos cuando te empeñabas en salir y en las fotos de las cosas bonitas que te encontrabas por la calle: el puente, el árbol, el atardecer y todas esas antorchas con que intentas ahuyentar al lobo de la soledad. Ya lo tienes hecho. Ya no queda nada. Ya pronto vamos a verte, a ti y a todos los padres y madres solos de esta noche de los que hoy me acuerdo, y tú también.
Feliz Nochebuena, Mamá.