Francisco Apaolaza
Cervera, 'el facha'
A los políticos se les echa en cara que con el tiempo cambian, pero Ada Colau sigue siendo inasequible a la prudencia
A los políticos se les echa en cara que con el tiempo cambian, pero Ada Colau sigue siendo inasequible a la prudencia. A la mayor parte de los que ocupan espacios de poder les ocurre que cuando llegan a la moqueta caen en la cuenta de que la realidad se sucede en diversas capas de complejidad distinta que deben manipularse en un juego de palillos más o menos cruento. La alcaldesa de Barcelona sigue enfrentándose a la realidad como si tuviera entre las manos uno de esos juguetes en los que los bebés tienen que colar objetos con forma de cubo, estrella y esfera en una caja con agujeros en forma de cubo, estrella y esfera. Y con todo, se equivoca.
Ada, que habita en un capítulo de ‘Dora la Exploradora’, hace política para +3 años. Ahora este globito de la nueva democracia hinchado por la nada, cementerio de estereotipos, le ha puesto una calle a Pepe Rubianes en Barcelona, y eso está muy bien. Incluso quitar a otro para poner a Pepe Rubianes es correcto porque es ley de vida que a uno le pongan calles y después se las quiten. Lo malo es que a Ada, que molesta más que una batucada en una noche de fiebre, la guía un faro inconfesable, la luz hiriente de la españolía rancia que detesta y que al tiempo la posee y que está dentro de ella hasta los tuétanos. Ese algoritmo que no logra extirparse de ella misma le obliga a hacer las cosas por el placer tan patrio de joder, de modo que no le ha puesto una calle en honor a Pepe Rubianes; en honor de Pepe Rubianes ha quitado una calle. En la ceremonia del bautizo del lugar vino a decir que al actor le hubiera encantado verse acompañado de su amado público «viendo cómo le quitaban la calle a un facha».
El facha era el almirante Cervera, un señor que pasaba por allí, en adelante, Cervera, ‘el facha’. Multitud de voces han salido a precisarle que es aventurado calificar de facha a un hombre que murió antes de que naciera el movimiento fascista. Todas esas voces quedan englobadas automáticamente en el facherío pues la alcaldesa de Barcelona, que a veces también se inspira en Coco de Barrio Sésamo, delinea un mundo en el que existen dos tipos de personas: los fachas y ellos. Ha ahondado la alcaldesa en que Cervera participó –ordenado– como marino en la represión del cantonalismo en Cádiz y que un barco al que pusieron su nombre veinte años después de morir bombardeó a los civiles que huían de Málaga en aquella atroz Desbandada. Un barco con su nombre. Advierte además que no era un dechado de virtudes pacifistas, cosa comprensible tratándose de un militar. Uno con cierta capacidad para la honra, por cierto. En julio de 1898, cuando recibió de Madrid la orden absurda de salir de Santiago de Cuba a ofrecer combate a la flota estadounidense sin ninguna opción de salvar ni un tablón, Cervera pronunció esta frase: «El enemigo nos supera en fuerzas, pero no en valor». Después salió a morir por la bocana con las cubiertas del ‘Teresa’ ocupadas por un silencio líquido, un silencio de muertos. Cervera ‘El Facha’ puso su barco el primero para recibir el fuego enemigo y dejar alguna opción de escapar a los demás navíos. Los demás salieron detrás y fueron aniquilados uno a uno. Murieron 337 españoles. 337 fachas, se supone. Colau hubiera preferido un taller de reiki.