Felicidad Rodríguez - OPINIÓN

Cervantes en Cádiz

El 2016 va camino de despedirse de todos nosotros y, con él, se marcha el año cervantino

FELICIDAD RODRÍGUEZ

El 2016 va camino de despedirse de todos nosotros y, con él, se marcha el año cervantino. El pasado 22 de abril se cumplió el 400 aniversario del fallecimiento del más grande y luminoso novelista que las Letras han dado a la humanidad, un español universal, don Miguel de Cervantes. Esperemos que, pasada la celebración, no nos olvidemos de su figura ni de las de don Alonso y Sancho o las de tantos otros personajes con los que nos regaló. Obviamente han sido muy numerosos los actos que, en su homenaje, se han celebrado en toda España pero, sin duda, el ciclo organizado en Cádiz, por la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras, en torno a Cervantes y a su obra, ha sido uno de los programas más completos y brillantes de todas las actividades conmemorativas que se han llevado a cabo en el país. Y no solo porque el ciclo ha ocupado una gran parte del año, sino también, y fundamentalmente, porque hemos tenido la oportunidad de disfrutar en nuestra ciudad de los más importantes representantes de la literatura, de la historia, de la paleografía, de la filosofía, de la filología, de la poesía, de la pintura, de los escenarios, de la cultura en suma, para ayudarnos a conocer, a comprender y a desentrañar, si es que ello pudiera lograrse totalmente, la vida y obra de Miguel de Cervantes. Realmente hay que agradecer el gran trabajo llevado a cabo por la Académica Ana Sofía Pérez-Bustamante para traernos a ese elenco de intelectuales cervantistas que nos han enseñado a admirar al Manco de Lepanto con nuevas miradas e insospechadas perspectivas. Con ellos hemos asistido a la evolución, personal y literaria, de un joven aspirante a secretario, envuelto en más de un enredo, que se enrola en la Armada, que pierde la movilidad de una mano en Lepanto, que, entre intento de fuga en fuga, pasa cinco años cautivo en Argel, que pide, infructuosamente, un cargo en las Indias, que se convierte en un comisario de abastos de la Armada y en recaudador de impuestos atrasados, que es encarcelado, de nuevo, en España…. Una vida azarosa y llena de peripecias, como lo ha sido también una buena parte de los acontecimientos, con él relacionados, posteriores a su muerte, como nos contaba Javier Gomá. Desde los entresijos de la historia de su supuesto retrato en la Real Academia Española hasta la rocambolesca búsqueda de sus restos en las Trinitarias. Una vida tremendamente difícil la del autor de una obra inmortal que, paradójicamente, está exenta de cualquier resto de resquemor, rencor o revancha; una obra llena de buen humor, de inteligencia, de comprensión y entendimiento hacia lo complejo del ser humano. Aunque la traducción de Andrés Trapiello del Quijote al castellano actual haya levantado una cierta polémica, no menos cierto es que ya no tenemos excusa posible para soslayar la lectura del Ingenioso Hidalgo e imaginar su figura como, quizás, la soñó el propio Cervantes en Lepanto, esa histórica gesta española de la que tuvo que ser un inglés, G. H. Chesterton, el que la inmortalizara en un poema épico: “ Cervantes en su galera envaina la espada y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España, por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco, y sonríe ….y envaina el acero…”

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