Yolanda Vallejo - ARTÍCULO

Celebrar la Ignorancia

No sé por qué pensaba que lo de los cien días sin gobierno le iba a dar una tregua al mes que comenzamos.

YOLANDA VALLEJO

No sé por qué pensaba que lo de los cien días sin gobierno le iba a dar una tregua al mes que comenzamos, más que nada por no perderlo también del almanaque –como perdimos enero y febrero, y marzo- y no tener que lamentarnos tarareando lo de Sabina “¿quién me ha robado el mes de abril?¿cómo pudo…”, siga usted que seguro que se la sabe tan bien como yo. Pero el caso es que, desde hace mucho tiempo, impera en mí la ley de Murphy y, de manera casi inconsciente, he asumido que no hay situación que no pueda empeorar. Por eso me había propuesto hoy hablar de libros. Abril es un mes de libros, no es casualidad que comience con la celebración del Día Mundial del Libro Infantil y Juvenil, coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Andersen, y termine con el Día Internacional –nunca he sabido qué tiene más importancia, si un Día Mundial o uno Internacional, pero bueno- del Libro, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Cervantes y la de Shakespeare. Total, un mes de libros. Y de libros pensaba hablar. Lo que nunca me pude imaginar es que terminaría hablando de libros, de autores, de políticos y de críticos literarios.

Pero así son las cosas. Cuando menos te lo esperas, aparece Pablo Iglesias regalando libros –sin necesidad de aguardar a Sant Jordi- con dedicatorias más propias de ursulinas que de antisistemas, –muy de cristovive me pareció siempre el líder de Podemos y usted lo sabe. “Es bueno empezar por lo que nos une” escribió de puño y letra en la obra con la que agasajó a Pedro Sánchez antes de la reunión que mantuvieron el pasado miércoles. Analice. Es bueno empezar por lo que nos une; como declaración de principios no está mal, ¿verdad? aunque, al final, “lo que nos une” resulte ser una historia del baloncesto. En fin, de todo el catálogo de obras impresas en el mundo, escogió este título, qué le vamos a hacer, al parecer le gusta tanto la erótica del basket que hasta lo ve leninista.Ya a Rajoy le había regalado hace unos meses una edición de Juan de Mairena, con otra dedicatoria no menos inquietante “de un español que oye cantar los gallos de la aurora” y al Rey, recuerde, -a quien su prometida, en la pedida de mano, sorprendió con una edición de El doncel de don Enrique el Doliente, que es un ladrillo de novela, por cierto- le endosó Pablo Iglesias la serie completa de Juego de Tronos. Nuevos tiempos políticos, dicen. No lo sé, más bien parece que todos tuviesen como libro de cabecera la obra de Pierre Bayard, Cómo hablar de los libros que no se han leído, o que se hubiesen instruido en las librerías de algún aeropuerto.

Porque de libros, sin duda, ha ido la semana. Y es que, como dice el refrán, “en abril cortas un cardo y salen mil”, y después de que la líder andaluza de Podemos comparase a Andrés Bódalo con Miguel Hernández –“un rayo soy, sujeto a una redoma”–, se podía uno esperar cualquier cosa. Podía uno esperarse hasta que Mariano Rajoy se convirtiese en crítico literario, experto en literatura contemporánea, porque después de felicitar a Vargas Llosa –el otro día alguien me pidió un libro “del novio de la Preysler”, ya ve- por su cumpleaños, congratulándose, el que fuera ministro de Cultura, por “nuestro único premio nobel vivo” -¿nuestro?- confesó en una entrevista el pasado martes que, aunque no recordaba el título de la novela que estaba leyendo y solo acertó a evocar que “salen muchos lugares de Barcelona. Los barceloneses la disfrutarán más porque aparecen calles y cosas de Barcelona que ellos conocen” –se refería a la última de Eduardo Mendoza, El secreto de la modelo extraviada-, estaba dispuesto a recomendarla porque “relaja, descansa mucho y es bonita”, recomendación que podría aplicarse a cientos de cosas antes que a un libro, desde a una faja lumbar, hasta una sesión de masajes tailandeses, una infusión de tila alpina o una sauna turca, en fin. En manos de quiénes estamos.

Nuestro presidente en funciones –perdón que insista, pero fue ministro de Cultura- ya había hecho gala anteriormente de sus “dudosos” gustos literarios; desde la trilogía de Baztán -que a mi hija de quince años también le gustó, tal vez porque es muy apropiada para su edad- hasta un ramillete de novelas históricas “que tengan geografía, historia y trama”, pasando por Palmeras en la nieve, conforman el acervo cultural del que sigue pensando que podría formar gobierno alguna vez.

“Leer da peso y fundamento. Hace pensar” concluyó Mariano Rajoy su juicio literario. Nadie podría haberlo dicho mejor. Como jornalero de la palabra no tiene precio, la verdad. Otra cosa es que se aplique el cuento. Él, y todos los que esta semana han hecho bookcroosing ante los medios de comunicación.

Porque si este va a ser el nivel de lo que nos depara abril, más nos valdría hacerle caso a Sabina -“lo guardaba en el cajón”- y esperar que llegue pronto mayo.

Eso, o celebrar la ignorancia, que más nos vale irnos acostumbrando.

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