Castilla, León y el Bierzo

El pleno del Ayuntamiento de León ha aprobado por mayoría una moción a favor de la autonomía de la Región Leonesa

El pleno del Ayuntamiento de León ha aprobado por mayoría una moción a favor de la autonomía de la Región Leonesa, presentada por el grupo municipal de la Unión del Pueblo Leonés (UPL) y respaldada por PSOE y Podemos. Se pide que la moción sea ... remitida al Parlamento autonómico y a las Cortes Generales del Estado, manifestando su texto «el derecho a la constitución como comunidad autónoma de la Región Leonesa», que forman las provincias de León, Zamora y Salamanca.

El responsable de la defensa de la moción, miembro de UPL argumentó en su defensa que «la identidad de los leoneses ni está ni estará nunca unida a Castilla y León». Es la reducción al infinito del problema territorial español. Sin ninguna duda, quien conozca la zona del Bierzo, sabe que es provincia de León porque así aparece en el mapa. Pero se habla gallego y te dicen que son «ellos mismos». Desde Villafranca hasta la cota más alta del puerto de montaña de Piedrafita, no existen diferencias apreciables, con lo que viene a continuación. Tan es así, que sin solución de continuidad la carretera sigue ascendiendo, ahora en Galicia y ese mismo puerto se llama ‘O Cebreiro’. Entre medio de Piedrafita y el Cebreiro, un cartel que indica que comienza Galicia y termina Castilla-León.

Todo hace indicar que sí dejamos rienda abierta a los sentimientos, España terminará cantonalizada, como ocurrió con la nefasta Primera República. En aquel entonces, junio de 1873, el Ayuntamiento de Sevilla acordó transformarse en República Social. Los focos federales del país no estallaron en forma de estados autónomos, sino de ámbitos provincial y meramente locales, formando todos ellos una constelación de cantones independientes. Valencia y Málaga adoptaron como territorio federal la provincia, y otros, sus propios límites municipales, como Alcoy, Algeciras, Almansa, Andújar, Bailén, Cádiz, Castellón, Granada, Motril, Salamanca, Sevilla, Tarifa, Torrevieja, el pequeño pueblo manchego de Camuñas o el murciano de Jumilla. Este desbarajuste y absurda situación tuvo como puntos comunes y así fue dispuesto en las declaraciones cantonales de indepencencia, la abolición de impuestos impopulares, como los consumos y el estanco de tabacos y sal, la secularización de los bienes del clero, el establecimiento de medidas favorables a los trabajadores, el indulto a presos por delitos contra el Estado, la sustitución del Ejército por la milicia y la formación de comités o juntas de salud pública. Todo un ejemplo de imbecilidad colectiva, auspiciadas por un grupo de tontos revolucionarios. Porque no se me ocurre palabra menos fuerte para definir a los que con tanto clamor predican la venida ahora de la Tercera República y en tiempos pretéritos, la Primera y Segunda. El relato histórico de lo acontecido durante la Primera, nos lleva irremediablemente a la Segunda. Desde julio de 1873 comienzan a tener lugar olas de asesinatos y ajustes de cuentas, al amparo de una huelga revolucionaria (la llamada Revolución del petróleo dirigida por elementos locales de la sección española de los anarquistas de la AIT). El anticlericalismo y las olas de asesinatos de los oponentes con la causa fue la tónica en la Segunda. ¿Cómo sería en la Tercera, que tanto predican algunos en los momentos actuales? Pues, posiblemente, igual que en la Primera y en la Segunda.

Pues bien, y siguiendo nuestro hilo conductor, el Bierzo, en la época de los romanos, era parte de Gallaecia, y es ahí donde empieza la historia escrita del lugar. Siempre que el Reino de Galicia existió, el Bierzo formó parte de él, hasta el siglo XV, cuando El Bierzo le es arrebatado al Conde de Lemos, y es integrado en la Corona de Castilla, que no en el Reino de León. Pero es que, además, en el Bierzo occidental se habla gallego. En el resto, predomina el llamado genéricamente dialecto berciano, integrante de las variedades dialectales tradicionalmente habladas en la comarca del Bierzo.

Por lo tanto, si nos remitimos a la historia más remota, parte integrante de esta pretendida nueva comunidad autónoma, auspiciada también por el inefable PSOE, perteneció al Reino de Galicia. Por lo tanto, esta comarca, en el siglo X, no entró a formar parte del Reino de León recién creado, sucesor del primitivo Reino de Asturias. Partes territoriales del reino, como el de los demás reinos hispanos, así como muchas ciudades, conservaron sus derechos particulares, los más llamativos, los diferentes Fueros otorgados. Entre tanto, se iba articulando un derecho territorial común en torno a las Partidas (1265), el Ordenamiento de Alcalá (1348) y las Leyes de Toro (1505). En 1811 las Cortes de Cádiz intentaron crear un nuevo régimen liberal, en el que todas las provincias tuvieran las mismas obligaciones. La constitución de 1812 no reconocía la personalidad política de los antiguos territorios históricos.

Cádiz, una vez más reflejó y abrazó la coherencia de la modernidad de una época incipiente. Pero, los políticos aceptaron para ciertos lugares, la pervivencia de ciertos derechos históricos. ¿Y por qué para unos sí y otros no? Porque, que no se nos olvide, toda diferenciación legal conlleva privilegios. A los habitantes de la ahora pretendida décimo octava comunidad autónoma, se les aplicaba en aquellos entonces sus derechos particulares (entre los cuales se hallaban los Fueros de León, el Fuero Viejo de Castilla o los diferentes fueros municipales de Castilla, Extremadura y Andalucía, y a algunos concejos de León, el fuero de Oteruelo otorgado en 1417. Esta la realidad española y su regresión al infinito del absurdo.

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