OPINIÓN
El caso Portillo
La ciudad necesita unir pragmatismo e idealismo para impulsar algún gran proyecto urbanístico
El nuevo gobierno municipal de Cádiz ha pasado su primer mandato, cuatro años completos, paralizado y tapado con la cálida manta de la herencia recibida, del odio a los predecesores, cómodamente cubierto con los errores, –varios y alguno grueso, claro– de los que ocuparon antes ... su misma responsabilidad. Entre aterrizaje, polémicas menores y simbólicas, denuncias de complot mediático-político y falta de presupuesto, las acciones han brillado por su ausencia. La gestión fue sustituida por la discusión , primero, y por la simpatía, después. Los proyectos y los cambios no aparecieron, más allá de un carril-bici proyectado realmente por la Junta y que crece a toda velocidad para llegar con algo que mostrar a las elecciones. Pero los gaditanos necesitan ilusionarse con planes reales, con nuevos equipamientos, con proyectos colectivos que vean la luz. Ya sería un avance que lo hicieran algunos de los que llevan más de un año paralizados.
El PSOE se apuntó ayer un tanto al recuperar para su programa uno de esos planes fallidos y varados: la reactivación del proyecto del pabellón Fernando Portillo. El viejo polideportivo derrumbado fue un fiasco administrativo del anterior Gobierno municipal que no supo sacarlo adelante y lo dejó paralizado. El Gobierno local actual apenas acertó a reducir el plan inicial a unas instalaciones deportivas de barrio rematadas por un supermercado . Ambos fiascos estaban muy alejados de lo que muchos gaditanos esperaban y supusieron una gran decepción, sobre todo para potenciales usuarios y residentes en el entorno.
Nadie cuerdo pretendía, como ironizó desafortunadamente el alcalde, que el solar acogiera el «Madison Square Garden de Cádiz» pero de ahí a una simple sala deportiva había muchos grados, muchos pasos, los que separan un proyecto ilusionante para los residentes, un impulso para el vecindario, de una chapuza urbanística.
Los socialistas parecen haber acertado al encontrar ese punto medio entre una sala de barrio y un megalómano recinto. Un buen polideportivo o palacio de deportes que devuelva vitalidad , actividad, a una zona lastrada también por el engaño de la Ciudad de la Justicia. Se trata de unir, sin comprometer dinero público, el idealismo y el pragmatismo en una operación urbanística que enriquezca la ciudad. No es algo fácil de lograr, claro, pero tampoco había que declararlo imposible.