OPINIÓN

Casa mediterránea

Recuerdo ahora una remota conversación, durante la cual un amigo glosaba las suaves delicias del Mare Nostrum y yo contesté que prefería la infinitud del océano de mi niñez...

Recuerdo ahora una remota conversación, durante la cual un amigo glosaba las suaves delicias del Mare Nostrum y yo contesté que prefería la infinitud del océano de mi niñez, él replicó: tú has visto demasiados mapas, desde las playas la línea azul del horizonte marino ... siempre resulta muy lejana. El arquitecto portugués Alvaro Siza comentaba que adora Cádiz pues la siente como una ciudad atlántica, y en efecto esta fortaleza marina huele y sabe a océano, pero las telúricas fronteras de las geografías litorales, muy al contrario de aquellas que dibujan las cartografías políticas, resultan fascinantemente imprecisas. Cádiz es océano, pero también puerta del Mediterráneo, Mark Twain sostenía que Cádiz y Tánger son las ciudades más antiguas del mundo pues se levantaron para custodiar el mar de Ulises, desde entonces ambas disfrutan una exquisita dualidad, como la representada por las Torres Mirador de Cádiz y los Alminares de Tánger, frente al azote de los húmedos vientos de poniente. Precisamente el modelo de ciudad compacta de arquitecturas prismáticas es una constante de las múltiples culturas que han florecido en las riberas mediterráneas. En su ensayo “Arquitecturas sin arquitectos” el autor Bernard Rudofsky (1905-1988), que fue profesor en Yale, se refiere a estas construcciones vernáculas que considera inmutables e inmejorables, contundente afirmación de este clásico desmitificador de la Historia de la Arquitectura.

Las tesis de Rudofsky inspiran al arquitecto italiano Gio Ponti y al catalán Jose Antonio Coderch la idea de cómo las raíces de la modernidad se encuentran en la arquitectura mediterránea, piensan que copiar el arte popular conduce al pastiche, pero extraer su esencia permite depurar la nueva arquitectura, basada en la verdad, modestia, alegría y belleza que se contienen en las auténticas arquitecturas del pasado. Ponti, Coderch y Alberto Sartoris se esfuerzan en divulgar esa idea que humaniza el estricto funcionalismo de la Bauhaus, y la difunden a través de la revista Domus que Ponti dirigía desde 1927. Ya en los años 50 los tres profesionales se conocen en Barcelona con motivo de la V Asamblea Nacional de Arquitectos, a partir de entonces Coderch se convierte en corresponsal de la revista donde comienza a publicar su propia arquitectura, y además las de Federico Correa, Alfonso Milá, Antonio Bonet, Josep Maria Sostres y Oriol Bohigas. De esta manera, a través de la revista Domus, arquitectos de España e Italia reinventan la casa mediterránea desde los principios de la modernidad y del ingenio de la arquitectura tradicional.

Desde el pasado 2 de octubre, el madrileño Museo ICO presenta la exposición Imaginando la casa mediterránea, Italia y España en los años 50. La muestra presenta la obra de quince arquitectos italianos y españoles, una colección de imágenes de excelentes fotógrafos como Casalli, Catalá Roca y Maspons, así como material del archivo Coderch donado por sus herederos al Museo Reina Sofía. En aquellos años, pese al clima de obscurantismo que envolvía España, este movimiento cultural introduce aires de modernización que se sirve de la tradición mediterránea como instrumento para la renovación de nuestra arquitectura, que así se incorpora al debate internacional. La muestra comisariada por Antonio Pizza permite conocer interesantes proyectos de esa época y ese entorno. El recorrido expositivo se cierra mediante la última vivienda construida por Rudofsky en Frigiliana (Málaga), cuyos planos fueron firmados por Coderch. Resulta atractiva la presencia de croquis, dibujos, proyectos, obras, revistas y una serie de vídeos tomados en hermosas obras, como la Casa Ugalde y la Casa Rovira, de Coderch.

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