Julio Malo de Molina - OPINIÓN
Carta desde Sao Paulo
Si algo caracteriza a Sao Paulo es la cantidad de verdad arquitectónica que contiene
Nada sorprende más a quienes visitan esta gran metrópoli de veintidós millones de habitantes, una de las más populosas del mundo, que recorrer cualquier domingo la Avenida Paulista , eje emblemático de la gigantesca urbe, cuando sus tres kilómetros de extensión y cincuenta metros de latitud se cierran completamente al tráfico motorizado y solo circulan por tan extensa y amplia vía las bicicletas y los peatones, a los cuales da prioridad una policía ‘verde’ uniformada de rojo que regula amablemente la convivencia entre los transeúntes que disfrutan un espacio sorprendente flanqueado por piezas de la mejor arquitectura. Porque si algo caracteriza a Sao Paulo es la cantidad de verdad arquitectónica que contiene, según esa identidad estética entre verdad, bondad y belleza, tal como sostenía Platón.
Uno de los edificios más relevantes de tan singular avenida es el Museo de Arte de Sao Paulo o MASP, que los paulistas dicen ‘maspi’ pues no les gustan las palabras terminadas en consonante, así pues en su ‘portunhol’ siempre se añade una i al final de estas voces. Se trata de un paralepípedo de vidrio colgado de dos potentes pórticos de hormigón pintados del característico color rojo que utilizaba su autora, la arquitecta Lina Bo Bardi, sobre una extensa plaza plena de esencia aguda de la vida. Magnífica su colección permanente de pintura montada sobre ingeniosos caballetes que permiten contemplar las obras completas protegidas por lunas de vidrio, incluyendo el trasdós de cada cuadro. Interesantes también sus muestras temporales, que incluye en estos días las del pintor Agostinho Batista de Freitas que en un estilo entre realista y näif ofrece una visión de esta ciudad que fundaron los jesuitas el 25 de enero de 1554.
Lina Bo Bardi fue junto a Óscar Niemeyer uno de los nombres más conocidos de ese movimiento que se ha llamado «arquitectura paulista del hormigón» al cual también pertenecen: Lúcio Costa, Affonso Reidy, Vilanova de Artigas, Paulo Mendes da Rocha, Mello Saraiva y Rui Othake. Se caracterizaron por el brillante uso expresivo del hormigón armado y por vincular su compromiso con la arquitectura y la modernidad a coherentes posiciones sociales y políticas de carácter progresista. Lina y Óscar, como también Joao Vilanova, fueron destacados militantes del Partido Comunista Brasileiro.
El golpe militar de 1964 lleva a la cárcel o al exilio a muchos de los miembros de este grupo, aunque su potente arquitectura sigue caracterizando las ciudades más importantes de Brasil y muy especialmente Sao Paulo, más conocida como Sampa.
Es imponente la cantidad de obras excelentes de estos arquitectos que se pueden visitar pues se trata de la ciudad con mayor número de edificios de exquisito interés, como el Copan de Niemeyer, unidad habitacional al modo de Le Corbusier que se distingue con relación a la sobriedad del arquitecto suizo por las curvas de sus envolventes; o la Facultad de Arquitectura de Vilanova, elevada mediante airosas pilastras de hormigón; o el SESC (sesqui) de Lina, centro cultural y de ocio, que recicla las naves de un conjunto fabril e instala una poética piscina a modo de playa de hormigón. También las obras de Niemeyer en el Parque de Iberapuera, como el Auditorio y el Museo Afro Brasil.
Todo este gran parque es el pulmón de la megalópolis que se llena de actividad y de alegría entre ese frondoso verdor propio del inmenso e indescifrable Brasil que como sostenía Stefan Zweig, toda la vida de una persona sería incapaz de llegar a conocer.
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