Julio Malo de Molina
CAROLYN
Reflexiona acerca de los perjuicios que esta opción pudiera ocasionar en Gibraltar
Cuando el pasado martes cité a mi amiga escocesa Carolyn Macintosh en la terraza Quilla de La Caleta le dije que iba a disfrutar del lugar más encantador de la costa europea. Una navegante como ella que ha surcado los siete mares, desde la India al Caribe, debió tomarlo como un exceso al cual tuvo que rendirse después de tomar un plato de atún en tiempo de almadraba regado con vino cosechero de la tierra mientras contemplaba el azul más limpio y salobre de las aguas y de los cielos del Atlántico, las piedras que fueron sillares de imponentes palacios y esos tres castillos cuya altivez ciñe la mágica ensenada.
Carolyn nació en la población escocesa de Muckhart y con 18 años se hizo a la mar en un viejo pesquero adecuado por su padre como pequeño crucero; los británicos sienten siempre la llamada de esa mar que fue suya. Esa pasión por navegar no se produce en España pese a sus dilatadas costas y dicen que eso es producto de una lejana herencia a causa del desastre de nuestra ‘Invencible’, conocida en el Reino Unido como Spanish Armada. Pero la mar es el espacio de la aventura más perfecta, tal como lo entendieron Carolyn y su padre. Siendo muy joven arribó a Gibraltar cuando aún el gobierno español mantenía cerrada la verja que aislaba al bello peñón, desde allí recorrió ese espacio que llaman ‘Britain in the Sun’ o el Mediterráneo británico y ambos comentamos los amables parecidos entre las ciudades de Gibraltar y La Valeta.
Carolyn es partidaria apasionada de la independencia de su patria escocesa. Me cuenta sobre la aversión ancestral contra Inglaterra, que se traslada a todas las esferas. En el ámbito deportivo Escocia celebra la derrota de los combinados ingleses; tanto en rugby como en fútbol están siempre a favor del equipo que juega contra Inglaterra salvo que éste sea alemán, algo parecido a lo que ocurre aquí con rivalidades locales tipo Betis y Sevilla o Atlético y Real Madrid. La excepción de Alemania se debe a que nunca olvidarán a las personas muertas durante las dos grandes guerras provocados por los teutones. Comentando el reciente referéndum por la independencia de Escocia expresé mi opinión acerca de la forma pacífica y relajada que envuelve la controversia, tan bien representada por esa foto de prensa con dos amigos que acuden a votar juntos cada cual con la bandera de su propia opción: la Union Jack y la cruz azul de Escocia. Nada que ver con la crispación que se vive aquí en torno al posible referéndum en Cataluña.
Comentamos otra consulta que se va a celebrar el próximo martes 23 de junio llamada Brexit, contracción de ‘British Exit’ y que plantea el abandono británico de la Comunidad Europea. En este caso Carolyn no está de acuerdo con la propuesta de un sector del Partido Conservador y que a su juicio presenta un tufo de nacionalismo inglés. Reflexiona acerca de los perjuicios que esta opción pudiera ocasionar en Gibraltar. Coincidimos en nuestra pasión por esa ciudad mestiza cuya singularidad nunca ha sido comprendida por algunos españoles aquejados del ‘Complejo de Procusto’, como se conoce al rechazo a la diferencia. Siempre he considerado que ese enclave tan bello como distinto, territorial y culturalmente cualifica el sur de nuestra península, donde la riqueza del Mediterráneo se derrama al infinito océano, encrucijada marinera que tantas veces atravesó Carolyn antes de conversar en La Caleta