Carmelo, honradez dentro y fuera del campo
Tanto en su etapa futbolística como después en la política, su actitud ha sido siempre ejemplar
Domingo, 21 de marzo de 1993. El Cádiz recibe al Sevilla en el Ramón de Carranza. Un Cádiz mítico, de Primera División. Vestido con la camiseta más peculiar de toda su historia, aquella de la marca Elements con una especie de triangulitos por debajo de ... los hombros. Si es usted cadista, si supera usted la barrera de los 40 y si es usted persona de bien, persona que sabe valorar las cosas realmente importantes de la vida, la recordará. En las filas del Sevilla, algunos jugadores que quizá le suenen: Suker, Simeone, Maradona... y en el Cádiz –ay aquel Cádiz– Tubo Fernández en la portería; Francis y Mateos en los laterales; Carmelo y Oliva como centrales con Igor Stimac también por allí repartiendo estopa; en el centro del campo Javi Germán y Milanko; por delante de ellos Arteaga, Kiko Narváez y Fali Benítez.
Liderando a los amarillos, su capitán: Carmelo Navarro. Pocos futbolistas de toda la historia del club han sacado el balón jugado desde atrás como él. De hecho, Michael Robinson –que por aquel entonces comenzaba a despuntar como comentarista en Canal Plus– le bautizó como el ‘Beckenbauer de la Bahía’. Y por supuesto, sacrificado. Como el que más. Lo de «la lucha no se negocia» se inventó hace ya muchos años. En aquel partido contra el Sevilla, que acabó en empate, Maradona debió pensarse que venía a Carranza a pasearse, a hacer dos filigranas y llevarse los puntos. Y se encontró enfrente con un equipo aguerrido, ‘jartible’, peleón, que no le puso las cosas nada fáciles. Un equipo con seis gaditanos en el once titular. En el campo y en el túnel de vestuarios aquel día se formó la de San Quintín y dicen que el entonces mejor futbolista de la historia se llevó una ‘tragantá’ de Carmelo Navarro. Tonterías las justas, Diego Armando.
Aquel fue probablemente el partido más recordado de la historia de Carmelo en el Cádiz, pero los que ya entonces frecuentábamos Carranza cada domingo sabemos que no fue el mejor. Que hubo otros muchos en los que dio un nivel futbolístico excelente, aunque nunca fue suficientemente valorado. ‘Tragantón’ aparte, su honradez dentro del campo estaba fuera de toda duda. Poco más tarde abandonó el club y la práctica del fútbol, y tras una breve etapa como comentarista deportivo, se retiró a su Puerto de Santa María para dedicarse de forma callada y ejemplar a sus negocios de vino y aceite. Con la misma honradez que demostró en sus años de futbolista. Y más tarde, con la vida más que resuelta, decidió también aportar su granito de arena a su tierra por medio de la política. Esta semana, y tras ser elegido en las urnas, ha tenido que renunciar a su acta de concejal por un absurdo caso que acabará –tiempo al tiempo– en nada. Y todo por la ridícula presión de partidos emergentes que van de ‘limpios’ sin entrar en profundidades. Metiendo a todos en el mismo saco. Pero causando un daño irreparable e injusto a personas honestas, como Carmelo Navarro.Algunos, antes siquiera de pronunciar su nombre, deberían lavarse la boca.