OPINIÓN

Carlos Flores

«A veces sorprende el escaso reconocimiento concedido a personajes que han desempeñado un papel relevante en el desarrollo de nuestro pensamiento cultural y científico»

Julio Malo de Molina

A veces sorprende el escaso reconocimiento concedido a personajes que han desempeñado un papel relevante en el desarrollo de nuestro pensamiento cultural y científico. Conocí personalmente a Carlos Flores a través de su hijo, también profesor e investigador de la arquitectura, especializado en un movimiento ... tan interesante como el Constructivismo Soviético, el cual para muchos historiadores preludia el Movimiento Moderno, el estilo arquitectónico de nuestra época. Carlos Flores hijo dirigió en el Colegio de Arquitectos de Cádiz un ciclo de conferencias acerca de la arquitectura en Rusia durante los años veinte. Paseábamos los tres por el barrio de La Viña y observamos que se encontraba en demolición una casa cuya fachada ya muy transformada presentaba poco interés, sin embargo Carlos padre se fijó en una cruceta de fundición que aún se conservaba para proteger un óculo, la pieza deslumbró la mirada del investigador que mejor ha documentado la historia de la arquitectura popular española. Tan singular como poco reconocible vestigio de los oficios del metal en el siglo XVIII, hubiera acabado en un vertedero, si el ojo clínico de Carlos Flores no lo hubiese descubierto.

Carlos Flores nació en Cuenca en 1928, me confesó que le había tocado estudiar arquitectura en los grises tiempos de posguerra. La contienda dejó un panorama académico y profesional desolador. Bernardo Giner de los Ríos y Oriol Bohigas citan a más de cien arquitectos exilados, entre quienes se encontraban los mas vinculados a la vanguardia moderna, que el nuevo régimen asimilaba a la España vencida. Si a esta lista añadimos los fusilados y muertos en combate, no quedó nadie para continuar con la modernidad, y los pocos que quedaron cambiaron su arquitectura. He escuchado en varias ocasiones a Carlos lamentar que en su escuela de Madrid solo enseñaban a proyectar según cánones clasicistas, apenas él y pocos compañeros rebuscaban en viejas publicaciones las obras de Mies, Gropius o Meier, y conseguían hablar con algún superviviente como García Mercadal. Más aún, el contacto con lo que ocurría al otro lado de nuestras fronteras supuso el descubrimiento de una arquitectura bien ajena a la que enseñaban en las aulas. A fuerza de buscar, el joven Flores descubre un lenguaje acorde con su época. Así comenzó los primeros pasos de lo que sería una larga carrera como historiador y crítico.

Las principales obras de Carlos Flores, «Arquitectura Española Contemporánea», de 1961 y la enciclopédica «Arquitectura Popular Española», comenzada en 1973, revelan esa búsqueda de las raíces de la coherente modernidad en las ancestrales formas de la arquitectura vernácula más auténtica, en consonancia con las tesis que luego defiende el profesor Bernard Rudofsky. En la primera de las publicaciones citadas, Flores muestra los nuevos caminos que habían adoptado buen número de obras durante los años 50 en España, a través de una extensa selección de imágenes de un centenar de proyectos realizados por arquitectos españoles durante esa década, con fotos de Francesc Catalá Roca, Pando y Kindel. Este volumen de Carlos Flores obtuvo gran acogida, tanto por profesionales, como por parte del público interesado en la Arquitectura Moderna; una de sus consecuencias fue la puesta en valor de la arquitectura española más allá de nuestras fronteras. James Richards, celebró su publicación mediante elogiosa reseña titulada «La España de Carlos Flores» en la influyente «The Architectural Review». En los viajes que emprende en años sucesivos, acumula miles de fotografías y escritos que dan paso a los cinco extensos tomos sobre la arquitectura popular española.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios