OPINIÓN
Las caras de la izquierda radical gaditana
Promulgan una cosa y hacen la contraria; en Cádiz están muy bien representados
Es mentira todo. O casi todo. Promulgan una cosa y luego hacen la contraria. Son fanáticos de una ideología absolutamente caduca y fracasada. Su falta de inteligencia, de sentido común, les lleva a estrellarse una y otra vez contra la misma pared. Son extremistas. Radicales. Se proclaman anticapitalistas al tiempo que se hacen fotos con el director de cualquier centro comercial porque les ha montado una exposición de fotos de carnaval. O en un festival de cine. O con el de una sucursal bancaria porque su fundación patrocina un curso para tener entretenidos cuatro meses a quince parados. Son la izquierda radical, más a la izquierda incluso de Podemos –cuyos representantes a su lado son el colmo de la moderación– y en Cádiz están perfectamente representados por Kichi y Teresa Rodríguez. A ambos se les llena la boca hablando de justicia social, de los derechos de los homosexuales, de pobreza energética. Como si ellos, por el hecho de gritar en lugar de dialogar, tuvieran más conciencia que el resto de nosotros. Como si sólo los suyos estuviesen de verdad preocupados por los problemas de nuestros tiempos. Como si todos los que no les jalean fuesen personas sin conciencia, sin alma, sin su bondad infinita. Y lo que es aún peor. Se piensan que sus ideas son la solución a todos nuestros problemas. Que si les dejamos hacer, ellos nos conducirán a una especie de paraíso terrenal en el que todos seremos exactamente iguales. En el que no habrá diferencias ni sociales, ni salariales, ni de ningún tipo. Una comuna con todos mezclados. Eso de premiar el esfuerzo, de que cada cual se labre su futuro en igualdad de condiciones es de fascistas. Todos la misma paguita, independientemente de las capacidades y del nivel de esfuerzo de cada cual. Y así seremos felices, se acabarán nuestros problemas. Siguiéndolos a ellos. Exactamente igual que pensaban, por ejemplo, los terroristas de ETA. El paraíso vasco. El fondo de su planteamiento político es exactamente el mismo. Sólo que para los etarras, si hacía falta empuñar pistolas, se empuñaban. Esos etarras eran fanáticos de izquierda, como estos. Aunque afortunadamente la izquierda radical de ahora no llega tan lejos. No mata. Pero no se engañen. Sí justifican sus acciones si son en pos de conseguir su revolución. A poco que rasquen, si pudiera usted sentarse con ellos diez minutos y mirarlos a la cara, les aseguro que no les podrían ocultar su convencimiento de que la violencia, a veces, es necesaria. Ellos, que van de santurrones.
Afortunadamente, parece que se van diluyendo. Que la lógica se impone. Al menos a nivel nacional. Que el cabreo de la gente es menos cabreo. Y por tanto tienen menos caldo de cultivo en el que emponzoñar con sus planteamientos radicales. Aunque aquí me temo que nos queda Kichi para rato. Y nosotros se lo seguiremos contando. A nivel local no tienen mucho margen de maniobra para poner en marcha sus políticas radicales. Sólo pueden malgestionar el Ayuntamiento. Pero al menos nos entretienen.