Opinión

Cara de tonta

La mala educación siempre ha existido, pero en estos tiempos se impone cada vez más

Ignacio Moreno Bustamante

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No había un sitio libre en toda la calle y aparcó la furgoneta en una plaza de minusválido. Se bajó y dudó. Miró al portal y volvió a mirar al vehículo. Luego a la esquina de la calle, como temiendo que en ese justo momento ... apareciera un coche de la Policía Local. Decidió arriesgarse. Con paso apresurado se dirigió a la puerta. Chaleco sin mangas de una conocida empresa de reparto. Paquete en la mano. Pelo perfectamente peinado, ligeramente rapado por los lados, tupé digno de Rupert, aquel de ‘te necesito’. La barba, impoluta, recortada y más larga por la zona del mentón, acabada en punta. A ojo de buen cubero, había empleado como mínimo una hora en arreglarse. Cuando llegó al portal pulsó insistentemente el telefonillo del octavo. «El último piso tenía que ser», debió pensar a juzgar por la expresión de su cara. Cuando desde el portero automático se escuchó un «¿Dígame?», simplemente vociferó: «¿¿¿Rosario??? ¡¡¡Un paquete!!!». Ni un «buenos días», ni un «disculpe». Ni mucho menos un «traigo un paquete para Doña Rosario». La puerta se abrió y se adentró corriendo no sin antes echar de nuevo una mirada a la esquina, por si acaso. Le dio una paliza al botón del ascensor, como si por apretarlo treinta y cinco veces fuera a llegar antes. Subió los ocho pisos entre bufidos y gruñidos y cuando por fin llegó arriba pulsó el timbre del 8ºC como si no hubiera un mañana.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación