Fernando Sicre Gilabert
Una calle de la Viña
Algunos, quizás muchos, todos los populistas, siguen sin aceptar la victoria indubitada de la democracia liberal
En 1991 se dio por conclusa la era de las revoluciones, que había comenzado en 1789. La Revolución francesa suponía el inicio y la disolución de la URSS el fin. Los nostálgicos se erigen ahora en populistas-comunistas. Amoldan el lenguaje a su antojo sobre la base de la posverdad. Cuando se les pregunta por Venezuela, algunos lo conceptúan como una calle de Cádiz . Una calle con problemas, una calle de la Viña. Una calle más, como cualquier otra calle. Porque en todas las calles hay problemas.
Pensé que Venezuela era un país bañado por el Orinoco, rico por castigo, gobernado por una subespecie del homo sapiens poco evolucionado, un homínido parecido a un orangután y que me perdone Jane Goodall, la gran defensora de los simios. Con un pensamiento limitado, que acierta escuchar a los pajaritos que mandan mensajes desde algún lugar por donde pasa el viento. Ese viento al que pertenece la Tierra. Lo dijo otro que tal baila, ZP, en la Conferencia de Copenhague. Ahora al servicio de la causa bolivariana, erigido como mediador. Con dudosa capacidad mental, que no atina cuando se le pregunta sobre los presos políticos y responde sólo presos.
Quizás su estado mental solo es algo más desarrollado que el del sucesor del comandante como lo llamaba Monedero , su ferviente admirador-financiador. Su mente no acierta a adjetivar los nombres y cuando se les pregunta por los presos políticos en Venezuela, solo atina a indicar «presos». No se sé si es cobardía o ineptitud. Yo me inclino por ambas cosas a la vez.
Esta es la izquierda que nos dejó la disolución del comunismo cuando cae el Muro de Berlín en 1989 y dos años más tarde desaparece la URSS. Algunos, quizás muchos, todos los populistas, siguen sin aceptar la victoria indubitada de la democracia liberal. La democracia que entonces venció es la única democracia real. La otra era una mera democracia formal, la comunista, por el pueblo, para el pueblo, pero sin el pueblo, que soportará el peso de la dictadura del proletariado.
La democracia como forma política se ha impuesto en la mitad de la Tierra. Podemos hablar de la democracia como principio de legitimidad y esto es así porque el poder democrático es el único poder al que se debe libre obediencia, en cuanto poder con investidura popular o elegida desde abajo. La legitimación democrática del poder se ha encontrado en el pasado con tres enemigos: el comunismo, como reino de los fines, el derecho divino, como poder hereditario-tradicionalista y los llamados regímenes de la espada o regímenes del poder por la fuerza.
Venezuela que no esa calle de la Viña, aglutina en su régimen bolivariano, los tres. Desde el clandestino Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 a principios de la década de 1980, Hugo Chávez lo encabezó en el fallido golpe de Estado contra el gobierno de Acción Democrática presidido por Carlos Andrés Pérez en 1992. Ahora Maduro , auto golpista que secuestra el parlamento. Suprime la separación de poderes, imponiendo al Tribunal Supremo. Debe ser genético en la izquierda aglutinar todos los poderes para mal utilizarlos.
En España somos conocedores de todo ello. Alfonso Guerra , la oreja del gobierno por aquel entonces, sentención de muerte la separación de poderes. Dijo que Montesquieu había muerto. La frase la pronunció en el año 1985, cuando el partido socialista aprovechó la mayoría parlamentaria que poseía para reformar la Ley del Poder Judicial. Se habían cargado la independencia del poder judicial y se jactaban de ello, enterrando a Montesquieu.
Hobbes advirtió en su Leviatan que entre sus poderes, el Estado imponía el supremo poder de definir el significado de las palabras. El neolenguaje identificado por Orwell, supone la sistemática propagación de lo falso. Ya fue utilizado por Stalin, Lenin y Hitler. Equiparar la paz a la guerra, la opresión a la libertad y la invasión a la liberación, entre otros son meros ejemplos del camino iniciado ahora por los populistas. La Viña no es Venezuela, como la Habana tampoco es Cádiz.