El Apunte

Y resultó que Kichi era como los demás

El alcalde de Cádiz repite, con arrogancia, que puede seguir como candidato y viola su promesa de ser un ‘servidor temporal del pueblo’

A los gaditanos empadronados en la capital y con derecho a voto se les va cayendo la venda de los ojos. A unos pocos. A los que votaron a José María González Santos, ‘Kichi’, en 2015 y en 2019, sin más argumento político que la ... simpatía y la cercanía, la presunta complicidad. La propuesta política del actual alcalde no tenía más base que esa falacia que viene a decir que es «uno como nosotros, uno de los nuestros». Es decir, que representa –representaba, en todo caso– a un chaval de la tierra al que casi todo el mundo conoce directa o indirectamente de algo, que salió en Carnaval, que no es político profesional, que no quería hacer carrera de sillón en sillón, que regresaría a su empleo cuando cumpliera una pequeña etapa de servicio público (en lo político porque se supone que ya lo iba a hacer como profesor de Secundaria). Sin embargo, el cuento se ha caído. Hace unas horas ha vuelto a repetir que no va a tirar «por la borda», el "gran trabajo" que –dice él mismo– ha hecho, que no va a desperdiciar su « sacrificio», ese que nunca nadie le pidió. Ahora, tras insistir en que no era uno más, en que no iba a aferrarse más allá de ocho años, vuelve a repetir (por segunda vez en unos meses) que piensa quedarse, que piensa volver a ser candidato en 2023 pese a que dijo de todas las formas posibles que no lo haría. Esta vez, en un alarde de arrogancia que casi provoca risa, dice que seguirá «si no encuentra a nadie mejor». Por lo visto, el propio alcalde es el encargado de decidir si hay alguien mejor que él mismo. No su partido, ni su equipo, ni los ciudadanos, ni los votantes. El propio Kichi debe decidir si alguien está a la mítica altura de Kichi. La respuesta final es fácil de predecir. Así que la fábula del chaval cercano y de servicio efímero, temporal, diseñada por un grupo de asesores llegados de más allá del cerro de San Cristóbal y colocados por su partido para cobrar y fiscalizar al amado líder salta hecha añicos. Sí es como los demás. Sí quiere aferrarse. Sí quiere ser político profesional. No tiene fecha de regreso a la vida común, a la de todos. Cumplir la reiterada promesa de estar sólo dos mandatos, ocho años, era clave, era fundamental. Y se lo ha fumado. Al final, todo era una pieza propagandística más de un político más, una frase más del vacío «compromiso ético» al que son tan aficionados los partidos populistas.

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