El virus y la psicosis
Hay que aprender a vivir con este virus, sin restarle importancia pero tampoco dejarse arrastrar por el miedo
El Covid-19 no es sólo un virus que afecta especialmente a los pulmones, que provoca fiebres y dolores de cabeza intensos, anosmia y/o desorden intestinal. La enfermedad ha traspasado el dolor físico para instalarse en la conciencia y provocar una psicosis ... selectiva. Consecuencia lógica después de asistir a la muerte de casi 30.000 compatriotas (seguro que muchos más) y resistir un severo confinamiento, amén del reporte que llega más allá de nuestras fronteras.
Se asoman a través de los medios un baile interminable de cifras que generan un terrible miedo por la difícil tarea de ponerlas en contexto. Los números de infectados aumentan de manera exponencial, similares a los registrados en plena pandemia, pero no hay más que agarrarse a la lógica para asumir esta realidad: al finalizar el estado de alarma hay mayor movilidad, más riesgo de contagio, y se están realizando muchas más pruebas PCR para detectar y rastrear estos brotes, algo que ‘per se’ es tremendamente positivo. Estos test demuestran que la letalidad del coronavirus no era tan alta como se reflejaba en marzo y abril, cuando sólo tomaban muestras a pacientes sintomáticos que se acercaban al hospital con estos problemas de salud.
No se trata de volver a frases que ya son históricamente trágicas: «esto es como una gripe» o «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado». Pero tampoco ayuda, ni es sensato, dejarse arrastrar por el pánico. Los hospitales se encuentran muy lejos del colapso pese a encontrarse los sanitarios en periodo estival. Y el número de fallecidos se mantiene dentro de unos parámetros normales, propios de una enfermedad vírica como tal. A quien señale que sólo la pérdida de una vida ya es un drama, recordarle que la gente muere: por enfermedad, por accidentes de tráfico, laborales, homicidios, suicidios... y forma parte de la madurez aceptarlo como parte del ciclo vital.
Ni miedo, ni imprudencia, ni pavor ni conspiración. Simplemente normalidad. Aceptar que hay que convivir con este virus hasta que llegue la vacuna. Guardar la distancia de seguridad, lavarse las manos, usar mascarillas (responsabilidad ciudadana) y establecer leyes y medidas para frenar el Covid (responsabilidad política), sin que parezca que se gobierna a golpe de titular, como ha ocurrido ahora (¡ahora!) con la supresión del ocio nocturno y la prohibición de fumar. En tiempos de incertidumbre, los advenedizos buscan la ‘verdad’ en los extremos. Que sigan siendo pocos, marginales, y no contagien al resto de la sociedad.