'Se vende' un sueño
La crisis arrastra a numerosos propietarios de hoteles a traspasar sus negocios mientras que acerca a grandes inversores que saben que apostar por Cádiz es victoria segura
Amancio Ortega, torpe, incapaz... no es para los negocios. Uno no se convierte en la mayor fortuna mundial según la revista Forbes por pura casualidad. Hace mes y medio, en plena crisis sanitaria y ruina económica, con toda España confinada por la durísima tercera ola, ... el empresario gallego compraba el hotel Playaballena de Rota . Hasta el mismo iletrado puede pensar que ‘algo vería’, y encendió las luces de la pista para que aterrizaran otros grandes inversores a la caza de suculentos negocios.
Ese ‘algo’ es más fácil de comprender que de ejecutar, pues no todos cuentan con 25 millones de euros en su chequera. Cádiz ha labrado durante décadas una imagen que le ha convertido en referencia turística . Destino de excepción y diverso para todo tipo de visitantes, alcanzando ya hasta los estratos más elevados económicamente. Es sol y playa, y es mucho más. Es naturaleza salvaje, gastronomía, cultura y hasta un modo de vida que permite ralentizar el tiempo y sumergirse en esa disciplina tan loable del ‘slow life’. Por eso su crecimiento, longevo, se ha prolongado en años hasta alcanzar el pico en el verano de 2019, justo antes de la pandemia. ‘ Cuando éramos felices y no lo sabíamos ’.
Pero el golpe ha sido (es) demoledor. El Covid-19 ha arrasado especialmente con este sector al impedir la movilidad, reduciendo un 90% los ingresos. En este mar bravío ya sólo hay hueco para los tiburones, para el pez grande, y se une aquí la oportunidad que emerge en los tiempos de crisis. Uno necesita vender, otro está dispuesto a comprar. Hay numerosos hoteles en venta en esta provincia y varios inversores conscientes de que el gasto de hoy será el beneficio del mañana. Que apostar por Cádiz es victoria segura . Al tiempo.
De todos, aunque especialmente de ellos, depende que esa imagen no se deteriore y este paraíso no se desnaturalice, como ocurre cuando el afán lucrativo desemboca en la habitual cortedad de miras. Es mucho más fácil destruir que crear.
Los dirigentes deben velar porque eso no ocurra, por apoyar y ofrecer alternativas a quienes confían en este turismo de primer nivel y necesiten de ese impulso para mantenerse a flote. Nadie cuida mejor del cliente que esos pequeños y medianos inversores que empeñan su vida en una esperanza, en un sueño. Y muchos que hoy cuelgan el cartel de ‘se vende’, están precisamente vendiendo ese sueño.