Hay que vacunarse

Demasiadas cosas han fallado para que una persona se niegue a utilizar la mejor arma a su alcance para combatir a una pandemia asesina

Algo ha fallado. En realidad muchas, demasiadas cosas, han fallado. Rechazar una vacuna que es la mejor arma para combatir una pandemia asesina esconde, o delata, un fracaso como sociedad. Hay razones, más bien excusas. Cierto. La desastrosa gestión de los irresponsables políticos genera dudas ... a todos los niveles. La prisa con la que se han querido recortar plazos nunca es buena consejera. El afán de negocio de los laboratorios farmacéuticos. Los mensajes deformados y desactualizados de los medios de comunicación en la época del ‘click’. Y, por supuesto, la inmadurez de un ciudadano infantil que se niega a aceptar que toda conducta lleva un riesgo implícito. Ponerse una vacuna, sí, pero también conducir un coche, fumar, beber, incluso pasear. Y también coger el covid. El refranero popular es estupendo para reducir al mínimo cualquier reflexión lógica: ‘’pa’ morirse no hay ‘na’ más que estar vivo’

Hay que vacunarse contra el coronavirus porque es la mejor solución que esta sociedad tiene al alcance de la mano. Del brazo. La mascarilla, la distancia, la higiene, el confinamiento... son instrumentos de defensa, pero insuficientes para atacar al bicho.

Hay que vacunarse porque igual que hacerlo es un ejercicio de solidaridad, negarse lo es de egoísmo. En nuestra carta de derechos no existe ningún derecho a contagiar a otra persona. Y esta irresponsabilidad nos convierte en ‘homicidas imprudentes’. Como el que bebe alcohol antes de conducir.

Hay que vacunarse porque lo pide, lo suplica la ciencia. La que siempre ha puesto la luz en la oscuridad. Porque así se erradicó la viruela, y la polio o la malaria son vestigios de una época pasada. Y se logró con concienciación, obediencia y vacunas.

Hay que vacunarse porque la actual situación es insostenible. Porque cada día que pasa millones de personas se comen sus ahorros y dan dentelladas a su vida, quedando un paso más cerca del abismo. Este virus no sólo ataca al organismo humano sino al corazón del sistema del bienestar. Y el dinero, o su ausencia, también es salud, pues son menos recursos, menos posibilidades, menos garantías.

Hay que vacunarse porque el ser humano es un animal social que necesita del otro para ser feliz. Y son ya muchos meses sin besos, abrazos, sin familia, en soledad. En libertad condicional.

Así que hay que vacunarse porque este virus no va a desaparecer, y el riesgo a perderlo todo es inmensamente mayor y más pernicioso que un dolor de cabeza, malestar corporal y décimas de fiebre. Y mucho más posible y real que un trombo.

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