Utopía en mitad del desastre
Las proclamas republicanas de Pablo Iglesias llegan cuando se han producido 20.000 muertes y un millón de parados en apenas un mes
El vicepresidente segundo va por ahí con el ejemplar reducido de la Constitución como si fuese el misal. A cada sobresalto o duda, el vicepresidente segundo consulta el libro sagrado, reflexiona y encuentra el camino de la salvación. Salvo cuando lo visita el demonio y, ... olvidándose del manual, se deja llevar por la tentación. Entonces cae al suelo la capa de la humildad y aparece el Pablo Iglesias en estado puro, sin la doma del Gobierno ni el silicio de la Constitución. Y así, para mantener ese rol ambidiestro, el del párroco de la carta magna y el del muchacho rebelde que debe mantener alta las ansias de su clientela más levantisca, lanza mensajes por el 14 de abril reivindicando la república y añorando un país en el que el poder militar esté subordinado al civil. Se salta que España es una monarquía e ignora que en este país el poder militar depende del civil. Todo sea por la república, sí. Ya se sabe.
La república . Pero qué república. Porque aquí hay otra contradicción entre quienes pasean la bandera tricolor como símbolo de una izquierda más bien radical ¿La república de Azaña, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, o la que los comunistas soñaban con imponer una vez liquidada la de los anteriores? La república por la que estos pelearon y sufrieron exilio hasta la muerte quería ser una democracia comparable a la francesa o a la británica, y es de fiar que no estarían del todo incómodos dentro del actual régimen español. La otra república, la que ambicionaban los probables antepasados de nuestro vicepresidente, tenía su espejo en la Unión Soviética. Claro que el árbol genealógico, políticamente hablando, de nuestro vicepresidente segundo es dudoso. Una vez veces dice haber tenido veleidades socialdemócratas y otras ha dado pistas de ser heredero de los comunistas. Una mudanza que suena más a interés electoral que a registro político.
Iglesias queda definido con sus actos al poner el foco de atención en la cuestión republicana cuando el país que gobierna o cogobierna, va camino de los 20.000 muertos, suma un millón súbito de desempleados y afronta unos pronósticos económicos que rozan el naufragio y hunden en la incertidumbre a una ciudadanía confinada. No, la república, por desgracia, no es la vacuna sino un subterfugio más por parte de quien durante el día hace de monaguillo constitucional y por las noches le enciende una vela al diablo y otra a sí mismo.