La unidad no pasa por la playa

La resistencia municipal a respaldar la Orden de la Junta muestra dejadez política

Cada vez que un dirigente político, un responsable institucional habla en público sobre la situación de alarma sanitaria que vivimos desde el pasado mes de marzo utiliza una palabra: «unidad». Una y otra vez aparece ese término. Se plantea como una condición para que cualquier ... medida, cualquier plan preventivo, tenga una mínima opción de éxito. Sin embargo. Lo que más se dice es lo que menos se cumple. A la hora de pasar a la práctica, esas llamadas a la actuación conjunta se quedan en pose. Hay demasiadas pruebas a lo largo de estos últimos, inolvidables, meses. La última, por ahora, es la falta de respaldo municipal que ha encontrado la Junta de Andalucía a su Orden del pasado 1 de septiembre.

Ese texto dice claramente que los gobiernos locales «deberán tomar las medidas necesarias para el cierre de las playas para el ocio y esparcimiento, exceptuando la pesca u otras actividades de carácter individual, en el intervalo horario de 21.30 a 07.00 horas», con excepción de los locales de restauración. El objetivo claro es frenar las reuniones relacionadas con la diversión, juvenil sobre todo, en las orillas andaluzas. La provincia de Cádiz es una de las que tiene más y más conocidas. El alarmante incremento de contagios en las tres últimas semanas es argumento suficiente para reforzar cualquier medida de control que trate de poner freno a la segunda oleada.

De esa certeza se deriva la incomprensión. Es inexplicable que ayuntamientos como los de Cádiz, Chiclana, Chipiona, San Fernando o Barbate hagan oídos sordos a esta sensata, razonable y conveniente petición. Las únicas excepciones en la provincia son Puerto Real y La Línea de la Concepción, que sí han aplicado el cierre nocturno de playas que dictaba la administración autonómica.

Los ayuntamientos se amparan en el descenso de usuarios en las playas por el final de las vacaciones de agosto y la cercanía del curso escolar pero no es tiempo para excusas. Lo más triste de este enésimo desencuentro real es comprobar que la unidad tan presente en los discursos es invisible en la gestión diaria, que los ayuntamientos prefieren utilizar una situación tan dramática para provocar desgaste político a un ejecutivo regional que no es de sus mismas siglas. En eso se quedan las hermosas palabras de los discursos.

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