La triste repercusión de los juegos municipales
El experimento del cambio de fecha del Carnaval ha terminado perjudicando a los hosteleros, a los que se ha ninguneado durante los días de fiesta
Lo que en determinadas ocasiones no se entiende con una larga y sesuda reflexión puede explicarse, a veces, con un chiste. Cuentan que el mítico Alfredo Di Estéfano, cuando tuvo que ejercer de entrenador, sólo le daba un consejo a los porteros: «no metáis dentro ... las pelotas que van fuera». Esta broma podría trasladarse perfectamente a la calamitosa gestión que se lleva a cabo en San Juan de Dios. A los concejales que forman parte del equipo de José María González bien podría aconsejárseles que lo que está funcionando, que no lo toquen. Sobre todo, visto lo que ha pasado con el caprichoso experimento del Carnaval en junio. Ya no es cuestión de interpretación. Los datos que ofrecen los hosteleros confirman que ha sido un fiasco monumental.
El intervencionismo municipal ha dado como resultado un desapego nunca conocido entre la población (tanto la local como la visitante) y la fiesta. Las imágenes de las bateas cantando para grupos reducidísimos de espectadores no hacía presagiar nada bueno, como tampoco llamaban al optimismo las escenas de agrupaciones en busca de público. Finalmente, el balance de los hosteleros ha sido definitivo: el carnaval veraniego no sólo no ha ayudado a mejorar las cifras de ventas (algo que se esgrimió desde el equipo de Gobierno a finales de 2021 cuando empezaron a surgir dudas sobre la celebración) sino que ha perjudicado a los empresarios. La ocupación hotelera, de hecho, ha sido más reducida en Cádiz que en El Puerto y Jerez pese al Carnaval.
Repetimos que es discutible el cambio de fecha del Concurso. Al fin y al cabo, podemos llegar a entender (aunque no se compartan) los argumentos esgrimidos en pos de la salud y de los ensayos. Pero la calle ha demostrado ser indómita por mucha demagogia que se le eche encima. Y los aficionados han dado la espalda a un experimento que sólo ha servido para plagar de despedidas de soltero nuestras calles, convirtiendo lo que era un fiesta de Interés Turístico Internacional en una verbena de segunda, en una oportunidad para emborracharse en la vía pública. Incluso han restado empuje al verano, consiguiendo, dando la vuelta a la metáfora de Di Estéfano, sacar un gol que los hosteleros marcaban a portería vacía.