La tentación china
Existe el riesgo cierto de que algunos autoritarios aprovechen la tragedia para clamar contra las libertades
El sociólogo César Rendueles reflexionaba sobre las secuelas autoritarias que puede dejar la sobreactuación de las distintas policías y el ejército sobre la población civil en su labor de estos días en que, en virtud del Estado de Alarma , han de ... cuidar de que la gente cumpla con su obligatorio confinamiento. Quienes por edad guardamos memoria directa de la dictadura, no podemos evitar un escalofrío cuando vemos la presencia extemporánea de los uniformes en las calles, por muy legítima que sea la intervención de militares y fuerzas del orden, que son instituciones impecablemente democráticas, en tiempos de emergencia como los actuales. De cualquier modo, es inquietante que, como subraya el autor del referido trabajo, se hayan impuesto 150.000 sanciones en 12 días, el triple que Italia en un mes . Se ha producido además otro fenómeno inquietante: el acoso social a que muchas personas, desde sus balcones, someten a los presuntos infractores que transitan por la vía pública, en muchos casos con una razón legítima. El terror ha convertido a muchos ciudadanos en vulgares delatores.
Probablemente sea inevitable que, cuando se limitan las libertades por cualquier razón, sobrevienen los abusos. Pero lo más grave no es que hayamos tenido que aislar por unos días a los miembros de la sociedad gozosamente abierta que tenemos sino que los enemigos de semejante modelo providencial estén tramando un escenario autoritario para el día después, con el argumento de que los estados de derecho pluralistas y tolerantes no son capaces de autocontrolarse, por lo que es preciso invocar nuevos modelos populistas que sean realmente eficientes, como el sistema chino sin ir más lejos. Es fácil advertir, poniendo el oído atento a la captación del ruido exterior, que, como ha escrito José María Lassalle, «el neofascismo se prepara para el horizonte de la pospandemia». Y la eficacia frente al enemigo que viene de fuera tan sólo se logra mediante la unidad más estricta, sin vacilaciones ni fisuras, lo que lleva a repudiar definitivamente la descentralización. «El objetivo -escribe Lassalle- es restablecer la lógica amurallada de la edad media, cuestionar la globalización y defender liderazgos carismáticos que busquen culpables en Europa y enemigos entre los defensores de la institucionalidad liberal de la democracia. Una apología de la dictadura para tiempos de excepción normalizada como los que se avecinan.
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